Ambos nos hemos perdido demasiadas veces hasta que logramos encontrarnos.
Sabíamos que nos estábamos esperando en algún lugar del universo.
Tierras lejanas y barrios conocidos fue lo que hemos recorrido.
Pero el reencuentro fue en nuestro interior.
Nos miramos tanto durante la primera conexión, que el cerebro bien supo guardar los recuerdos.
Hemos protegido todo lo bueno y eso nos ha motivado a continuar camino.
Y la naturaleza nos hablaba, muchos han sido susurros descuidados.
Y cuando nos pensábamos, lo negativo se desvanecía.
El aire que respirábamos, se encargaba de abrirnos paso hasta volver a encontrarnos.
Todo ese inmenso pasado que nos tocó soñar en lo más profundo de nuestra imaginación, se materializó ante la llamada del amor.
Ese llamada dejó sus huellas más profundas y en esa misma profundidad del ser, sentimos la presencia.
La ausencia física no impidió sentir tu alma.
Nos observamos con el alma y descubrimos que lo que nos rodeaba, tan sólo era escenografía.
El ambiente cambiaba a medida que crecíamos.
Y en ese crecer natural, como un árbol que sabe dejar sus buenas raíces mientras se acerca a su propio cielo.
Y nosotros somos parte de ese cielo lleno de estrellas que escriben lo que sentimos.
Un código especial y espiritual que sólo nosotros entendemos.
Y nuestras ramas en forma de brazos, se unían con la esperanza de eternizar cada instante.
El tiempo es el que se encarga de permitirnos reencontrarnos y el alma, nos confirma que vivimos uno dentro del otro.
MARIANO SANTORO