Desde el instante que nacemos, comienzan a aparecer los misterios de la vida.
Nuestra tarea, a modo de juego, es develarlos.
Encontrarles el sentido a cada uno, nos ayuda a mejorar nuestra vida.
Mirarnos al espejo, es observar mucho más que el simple reflejo.
Y el descubrir lo que somos, es lo que nos permitirá ser a partir de cada descubrimiento.
Como un planeta desierto en el que nos encontramos y comenzamos a poblar.
Llenarlo con emociones y con sentimientos.
Llenarlo con valores y con amor.
Oír la voz interna que nos ayuda a seguir encontrando a modo de vivencias.
Y es en cada experiencia que vamos cubriendo el ser que deseamos.
Desde el más profundo deseo, junto a las ganas de progresar.
Y animarnos a ir por más, porque en esa suma, es la que crecemos.
Extender los brazos y aferrarnos sólo a lo necesario.
Lo material es ocasional y es en la fe, en la que debemos depositar nuestra pasión.
La sombra que vemos es parte de la gran luz que nos ilumina.
Y en el horizonte, se vislumbra una meta que se presenta en nuestro presente.
Viajando hacia un futuro de ilusiones para cerrar pasados desolados.
Y en el descanso físico es cuando se relaja el ser.
Y todo lo que llegamos a soñar, es el punto de largada para caminar hacia nuestra mejor realidad.
MARIANO SANTORO