En cada esquina podemos encontrarnos con las mejores virtudes de la vida.
Las puertas de oportunidades sólo se abrirán cuando nuestra humildad le de el justo valor a lo que se nos presentará.
Aprendimos a ser agradecidos porque hubo momentos en que pedimos ayuda y la tuvimos de manera incondicional.
Y la vida también nos enseñó a pedir perdón, porque algunas veces nos equivocamos.
Y cuando la ansiedad se acercaba porque queríamos que las cosas pasen según nuestra voluntad, la gran maestra fue la paciencia.
Y también tuvimos que aguantar el golpe y algo en nuestro interior nos dijo que la única justicia, es la divina.
Los instantes de soledad, han servido para ser creativos.
Y el servicio, también ha sido poder guiar a quien lo necesitaba.
Somos un eslabón en la cadena de favores y todo lo que damos, regresa y muchas veces, se multiplica.
Nos alegramos al ver que los que nos rodean están bien y mejor, gracias a nuestras palabras.
Y la confianza crece y se crea una hermosa unión.
Los tiempos ajenos son importantes y le dimos esa misma importancia a los nuestros, para no regalar tiempo a quien no lo sabe valorar.
La lealtad es nuestra buena y fiel amiga, que sabe acompañar en toda circunstancia.
La bondad nos confirmó que cada acto, tiene un motivo especial.
Y la cantidad de ayuda que podamos ofrecer, se basa en la calidad de nuestras acciones.
La recompensa llega cuando estamos preparados para dar el paso más relevante en nuestra vida y seguir creciendo.
Aceptar, es una fuerte tarea que tiene un poder maravilloso.
La generosidad no habla de lo material, sino de la espiritualidad que le damos al practicarla.
Y el mayor amor que podemos ejercer, es el respeto por nosotros mismos.
MARIANO SANTORO