Han sido momentos difíciles.
Hubo épocas en que creer en algo mejor, era algo utópico.
Salir de los profundos pozos, se complicaba, ya que no había nadie cerca para tendernos una mano.
Y en varias noches oscuras, nos acordamos en las veces en que ayudamos a los que nos rodeaban.
Hemos estado en los peores momentos de mucha gente, incluso la ocasional.
Se acercaban para pedir consejos y desde su rol de víctimas, lograban su idea.
La lástima por ellos, se hacía presente y dimos lo mejor de nosotros.
Y de tanto dar, nos quedamos vacíos.
Y todo se fue volviendo más duro y fue natural toda esa dureza, de tanto rencor acumulado.
Nos enterramos en las peores emociones, pero algo en nuestro ser, sabía que llegaría el día.
Costó; hubo trabajo interno y con perseverancia, fluimos.
Fuimos quebrando mucho más que prejuicios.
Fuimos rompiendo paredes de sentimientos frustrados.
Nos deshicimos de personas que nos intoxicaban.
Ya nada podría contagiarnos y había una sola salida.
La puerta de la liberación estaba en nuestro amor propio.
Y ese fue el comienzo de la verdadera paz.
Liberamos tantas lágrimas que en un instante, se transformaron en alegría.
Una nueva vida, estaba naciendo y el caparazón, fue el mayor maestro.
MARIANO SANTORO