Probablemente no recordemos con exactitud el día que comenzamos a caminar, pero sin duda que ha sido un acontecimiento especial.
En la rutina de jugar, nos divertía andar gateando por todo el piso, pero cuando aprendimos a pararnos, fue demasiado importante.
Estar de pie y tomar la decisión de ir hacia el lugar que queríamos, nos cambió toda la perspectiva.
Caminar, es el ejercicio que a la vez, nos lleva hacia nuestras metas.
Las mismas que nacieron a medida que fuimos descubriendo lugares y queriendo ir más allá.
Las palabras paternas, quedaron bien grabadas y optamos por quedarnos con sus enseñanzas.
Los valores humanos, los fuimos aprendiendo y dándole el mejor sentido a cada uno de ellos.
Y llegó el colegio, los compañeros y las maestras.
Y llegaron nuevas maneras de observar la vida.
Y en ese crecimiento, nos animamos a continuar viaje.
Descubriendo nuestro ser y yendo adonde la mente elija.
No hubo ni habrá impedimentos, porque sin apuro, se llega a los sitios correctos.
Nos apoyamos en la fe, que nos da la fortaleza necesaria para ese viaje.
Y son las valiosas raíces las grandes motivaciones para vivir.
Disfrutar de la experiencia maravillosa de vivir y conducirnos por la vida.
Cada espacio recorrido tiene su magia y sus lecciones.
Cada barrio tiene sus misterios y en plan de exploradores, nos embarcamos en las vivencias.
El cielo bien sabrá acompañarnos y cada nube nos dirán sus mensajes.
Avanzar, significa que hay un lindo camino por transitar y que serán buenos frutos para el árbol que supimos edificar, el del amor a la vida.
MARIANO SANTORO