domingo, 19 de agosto de 2018

Aprender a sumar

La inocencia de un niño no pasa por la cantidad, sino por la calidad de que esos sueños se hagan realidad.
Nos acercamos a otra personita con ganas de sumar.
Y comenzamos a aprender sobre su vida y lo que le gusta.
Nos damos cuenta que podemos encontrarnos en el otro al saber que hay gustos similares.
Y la comunicación fluye, acompañada de sonrisas tiernas e inocentes.
Cada uno, por su lado y casi en secreto, empieza a dejar su semilla, en nombre de la amistad.
Y cada vez que vemos a esa nueva persona, nos alegramos y la plantita del cariño, crece.
Y crecemos de la mano de las ganas de experimentar lo que son los sentimientos más fuertes, más estables.
Y la conversación se fusiona y por momentos, las palabras dejan paso a las miradas.
Todo sigue su curso, porque ambos tomaron el rol de capitanes de sus vidas y de sus emociones.
Proyectan una cita en la que ambos, dejarán salir ese mágico secreto que bien supieron proteger.
La vida abre las puertas de la oportunidad y ellos, expanden sus manos para ofrecer el amor que tienen.
Porque perciben que al darlo, lo van a multiplicar.
Y las sonrisas aparecen nuevamente porque no conocen de culpas y lo que alguna vez fue miedo, hoy es amor.
El amor sana y ellos han conocido algunas pequeñas heridas, que el tiempo supo cicatrizar.
La noche, ambienta la cita y los nervios de la niñez, se esfuman mientras se acercan.
La ternura se apodera del momento y de sus corazones.
Ellos son 2 y sienten que es el momento perfecto para sumar.
Son buenos alumnos y mientras hagan las cosas con amor, el destino será su garante.
MARIANO SANTORO