Un encuentro causal, puede marcar el camino hacia algo muy interesante.
Una cita con el destino en la que los deseos comienzan a latir.
Desde hace tiempo que las ganas estaban entrenando sin saber con certeza cuándo llegaría el día, su día.
Y besar, traer consigo aquéllos recuerdos adolescentes en la que se daban con pasión, sin timidez y con deseos de más.
Esa sed que generaba sentir otros labios.
Se abría un mundo interno hacia nosotros y sin ser invasivos, dejábamos entrar lo que sentíamos por esa persona.
Besos y deseos, es la consecuencia de creer en que cada encuentro, tiene un mensaje por descifrar.
Y el reloj, bien sabe de espera y mientras nos acercamos, percibimos que hay algo misterioso, lleno de sorpresas y nuestro niño interior, se alegra, anticipando que será partícipe de un evento especial.
Y el amor, se filtra entre esos labios, dejando la esencia de lo que somos.
Y nuevamente se abren esas puertas carnales y dejamos entrar, dándole la bienvenida a lo emocional.
Tocar es sentir al otro y hacerlo parte.
Fusionarse mientras los rostros miran hacia el alma.
La respiración, pide a gritos silenciosos, el aliento que acompaña y guía.
Saber que estás, ayuda a confirmar que voy bien, que los pasos son firmes y seguros.
Que la confianza en mí y en lo que soy, hacen bien y te hacen buena compañía.
Que las palabras que incluso pienso, pueden hacerte bien, tanto, como los besos soñados que aún no nos atrevimos a darnos.
Y la vida nos deja ir despejando capas de oscuridad para llegar a nuestra propia luminosidad.
Y brindo por vos, por saber que mis sueños, son reales.
Y te siento tan cerca, que muerdo mis labios, para confirmar que estamos en el mismo universo.
MARIANO SANTORO