Uno de los mayores actos de grandeza, es animarnos a pedir ayuda si la necesitamos.
La humildad, nos permite comprender que hay otros que pueden ayudarnos.
Todos podemos estar pasando por situaciones complicadas y si nos rodeamos de buenas personas, ya tenemos un hermoso camino ganado.
Levantar el teléfono y marcar, mientras encontramos las palabras correctas.
A la vez, preocuparnos por el otro y preguntar sobre su vida.
No está bien armar un monólogo sobre lo que nos pasa.
Cada uno tiene sus propias batallas y quizás aún no encontró la manera de sacarlas fuera.
Animarnos a ver a la otra persona y exponer lo que deseamos.
Alejarnos de caprichos personales y ser sinceros.
La verdad es uno de los pilares más fuertes en la amistad.
Ir llevando el diálogo por varios lugares hasta que la confianza y el clima armonioso, esté en su plenitud.
Y quien esté sentado frente a nosotros, obrará de la manera que más lo sienta.
Los abrazos suelen ser la acción más interesante y que tienen un inmenso poder.
Apoyarnos en otro hombro, nos hace valorar la vida y todo lo que se logró para llegar a este instante.
Extender las manos y pedir con el corazón.
No todo pasa por lo económico, sino que muchas veces se trata de algo emocional.
Toda charla es bienvenida si nos sabe distraer.
La comunicación empática sale de lo más profundo del ser.
Pedir ayuda no es mendigar, es confirmar que tenemos amigos que siempre están.
MARIANO SANTORO