Mi cuna ha estado adornada con diferentes colgantes y juguetitos con muchos colores.
Pero a mi lado, has estado desde el primer día que pude darme cuenta de lo que me rodeaba.
Una tarde en que comía manzana pisada con azúcar, sentado en la sillita alta, vi en cámara lenta, cómo el plato se caía al piso.
Y sí, me quedé sin comer, pero te miré y me alegré.
Sentirse acompañado es muy importante cuando a uno le pasan cosas.
Y nuestra comunicación, ha sido durante años, tan sólo de miradas y fuiste el único en comprenderme.
No sé bien cuánto pasó, pero llegó el día del jardín y mis nervios estaban a punto de explotar.
Mi mochilita tenía algunos lápices y hojas en blanco.
Y además de un alfajor, estabas ahí dentro, como protegiéndome en caso de que pase algo raro.
Los compañeritos miraban y no entendían lo nuestro.
Pero no me importó, ya que ellos no sabían de amistad.
La primera semana del colegió, fue intensa y sí, mi cuerpito chiquito sintió algo muy fuerte en el pecho.
Me dijeron que era del lado del corazón y que ahí, estaban los sentimientos.
Latía muy rápido y el motivo, era que una nenita me empezó a gustar.
No sabía qué decirle y me animé a escribirle una cartita.
Me senté con vos y de alguna manera misteriosa, me guiabas al decirme las palabras para escribir.
No me fue bien en eso que llamaban amor y me ayudó a crecer de golpe.
La vida puede ser muy dura a veces y en todo momento que recuerdo, estuviste siempre conmigo.
Aunque muchos digan que sos un peluche, para mí, sos mi mejor amigo.
MARIANO SANTORO