Hubo una vez en que te fuiste acostumbrando al encierro.
Una inmensa habitación se había convertido en tu planeta.
Todo sucedía ahí dentro y lo que no, ni siquiera lo imaginabas.
No creías que afuera, podría pasar algo interesante.
Esas largas paredes que aprendiste a llenar con tus dibujos y pinturas.
Acomodaste los muebles, al igual que tus emociones.
Pocas veces le diste importancia a la rutina, porque siempre encontrabas algo para hacer.
Sentías que había una luz más poderosa que aquella simple lamparita estancada en el centro del cuarto, iluminando cada rincón.
Sí, esos rincones en los que has pasado algunas noches dejando caer mares de tristeza.
En algunos sueños, se aparecía algo llamado amor y hasta le temiste.
Lo que uno desconoce, se lo discrimina o se le teme.
Y algo estaba naciendo en vos.
Un sentimiento tan profundo y verdadero que comenzó a florecer.
El más puro amor, salía de tu ser para potenciar la luz de ese cuarto gigante.
Y observaste que en un lado, no había pared completa, sino que había una puerta bastante alta.
Tu encierro emocional se ilusionó y tus ojos acompañaron la sorpresa.
Te elevaste tan delicadamente que parecían pasos de ballet.
Caminaste hacia ella con el corazón en la mano, ya que él, sería la única llave que abriría.
Y dejaste entrar todo lo que necesitabas para continuar y a la vez, te sentiste libre de animarte a salir a vivir la vida.
MARIANO SANTORO