Un gran nueve de adoración, se fusiona con las hermosas horas compartidas.
El reloj sin tiempo, que me acompaña en cada despertar.
El cotidiano agradecer y todo se transforma en nueve.
La divinidad que me permite darle sentido a los días.
Y los mensajes que viajan desde el corazón y miman cada noche.
Las estrellas forman nombres y palabras clave, que sólo las decodifica el alma.
La perfección de Dios, ayuda a mantener el nueve que vive en mí.
El azar siempre ofrece su presente.
Los juegos mentales que se abren a nuevos pensamientos.
Los abrazos del afecto, hoy son hermosos recuerdos.
La ternura de la niñez, que hoy vive en el adulto que soy.
El eterno sentimiento que me motiva a sonreír.
Y el interesante espiral que nos conecta con los misterios espirituales.
Las palabras que toman valor y ahí juega nuevamente el tiempo.
Cuando el mensaje tiene un propósito, perdura y madura con los años.
Profetizar y lograr sanar heridas contemporáneas.
Sonrisas que saben de complicidad.
Todo se cruza y los números se divierten.
Y las horas de amor que se hacen piel.
MARIANO SANTORO