La duración de un abrazo es el valor que le demos en nuestro corazón.
La importancia del afecto y la cercanía energética, que une y sella esos instantes.
La mirada que llega y sabe que se puede ver más allá de la vista.
La visión del alma, es lo que nos conecta.
Y no hay separación porque el amor de ese momento, puede durar todo el tiempo que deseemos.
La distancia física, no impide que el cariño perdure.
Y en esos abrazos, uno entrega una gran parte de su necesidad.
Los largos segundos que uno los hace interminables, hablan con el cuerpo.
La fuerza de los abrazos que se aferran a la otra persona.
La fusión entre el bien y el bienestar.
Los deseos y lo que queremos; anhelos y proyectos.
Toda relación, contiene un sabio aprendizaje.
La eternidad fluye de manera natural, cuando uno ha dado lo mejor de sí.
Y siempre podremos extrañar y eso es parte de la vida.
Aunque caminemos por calles solitarias, ese otro ser nos acompaña y vive en nosotros.
El amor que nos permite sonreír, más allá de las adversidades.
Y cada amanecer, nos abrazamos a esa nueva oportunidad en la que desayunamos gratitud.
La divinidad nos une y nos ofrece mensajes para descifrar y animarnos a jugar.
El niño interior, sabe de intensidad y de eternidad.
MARIANO SANTORO