El mar de soledad, te encontró cuando estabas buscándote.
Demasiadas palabras acumuladas con diferentes destinatarios.
Escribir, cumplió su tarea terapéutica.
Y las cartas fluían desde las entrañas.
Lanzarlas sin rumbo, pero sabiendo que ya vaciaste tu mochila emocional.
La libertad de expresar sentimientos estaba haciendo efecto.
Y la reflexión vino después de la acción.
Pensamientos despejados en un cielo deseado.
Cada nube que se cruzaba, tenía su propio nombre.
Y sí, han sido varias las personas que se cruzaron en tu vida.
Las huellas, se confundieron con marcas y algunas, con heridas.
La sanación era lenta, como las horas en la playa de la adolescencia.
Cuando quisiste formar familia, la arena tapaba la visión de ver la estabilidad necesaria.
Tus pelos al viento, celebraban la tranquilidad del corazón.
Las manos se aferraron a cada botella con su respectivo contenido.
Y tu propia contención, llegó al abrazarte a la vida.
Era un nuevo comienzo, luego de interminables finales.
Los puntos que cerrarían las historias, ya tenían tu sello y tu firma.
Has dejado tu pensar en las hojas y quedaron algunas en blanco, para escribir la próxima historia.
MARIANO SANTORO