Muchas han sido las veces en que te paraste sobre la cornisa emocional.
Los constantes estados anímicos, marcaban tu cotidianeidad.
Habías sufrido demasiados choques y el más allá, era algo que ni se te ocurría imaginar.
Los prejuicios se potenciaron y los límites zonales, cada vez, eran más pequeños.
La famosa zona de tu conformismo, entraba en la palma de tu mano.
Y en algunas oportunidades, te animaste a observar a los demás, a los que te rodeaban.
Y te alegraste al saber que muchos, habían crecido y evolucionado.
Que todo aquello que fue parte de sueños y bocetos, hoy era una realidad visible.
Y miraste al horizonte.
Lograste despejar los obstáculos para limpiar tu propio cielo.
Y sin prisa, te fuiste acercando hasta ese puente imaginario.
Llegaste al borde y tu cuerpo sintió una energía que sentiste que te inflabas.
Inhalaste aire y saltaste.
Te habías olvidado de lo que creías imposible y tan sólo escuchaste esos sabios consejos que tu voz interior, te dijeron en decenas de veces.
La importancia de atreverse.
De hacer algo nuevo, de cruzar del otro lado, de investigar y descubrir todas las oportunidades de las que nos estábamos privando.
Y en ese salto, todos los temores quedaron en el borde, bien cerquita de la impotencia.
Y te alejaste lo suficiente de todo eso.
Un nuevo destino te estaba esperando.
MARIANO SANTORO