Ambos hemos atravesado por diferentes situaciones de oscuridad.
Ambos reforzamos nuestro ser con nuestra propia luminosidad.
Aprendimos a crecer con heridas y algunas marcas del destino.
Con cartas tan duras, que ni siquiera nos ayudaba para mentir lo que nos pasaba.
Caminamos por desiertos lleno de gente vacía.
Siluetas que sólo eran sombra, pero carecían de luz.
Y de tanto caminar, también probamos volar con la imaginación.
Degustamos los sabores de la vida hasta endulzar el paladar.
No podíamos permitir que nada nos amargue la vida.
Y cada uno tenía su historia, la que muchas veces ni siquiera fuimos protagonista.
Y sí, tuvimos tiempo para quejarnos, pero optamos por elaborar lo que nos pasaba.
La dura experiencia de sanar internamente y cubrir los rastros externos, para estar más presentables ante el espejo de lo que somos.
Y de tanto planificar, nos encontramos con una pausa que parece eterna.
Las paredes ya casi que comienzan a hablarnos de tanto vernos encerrado.
Y extrañamos el abrazo y los besos al corazón.
Las miradas que alegran y las palabras dichas con el alma.
Y estamos aprendiendo a cuidar la salud, la que nos ayuda a estar lo suficientemente bien, para seguir latiendo.
Y es prioridad, que también cuidemos el amor.
Porque pronto, vamos a querer compartir todo lo hermoso que hemos sembrado.
MARIANO SANTORO