La mañana ya tenía su ritmo y tuve que ponerle la mejor onda.
Viajar y sorprenderme.
No podía dejar de observar quien estaba sentada delante.
No podía ser ella, porque lucía casi como con la misma edad que la conocí, hace ya 11 años.
Los rastros, los gestos, su mirada y esas pestañas inolvidables.
Hasta el pelo era el mismo.
Pero ni ella ni yo, somos los mismos que hace una década.
Ambos hemos crecido y conocer el amor, no ha sido una fácil tarea.
Aunque sí el personal, el de la autoestima.
Y aprender a valorarse, ha sido la mayor prioridad.
Todos deben comenzar a ver su mejor reflejo.
A ordenar las piezas sentimentales para luego compartir lo mejor de uno y seguir aprendiendo.
Todo lo que nos rodea, tiene su propio sentido.
Y encontrar la forma de armar, también es parte del sentir.
Y latir con ritmo, con pasión por lo que hacemos.
Y los recuerdos que llegan y nos envuelven como regalo, en este presente de cambios.
Modificando esas pequeñas imperfecciones, para lograr un poco de perfección en nuestras emociones.
Haciéndonos cargo de que se extraña y que todo lo que no tuvo una continuación, de alguna manera, sigue como enseñanza.
Arma tu sentir, ama tu vivir.
MARIANO SANTORO