La oscuridad, no era sólo el reinado de tus noches, sino que abarcaba gran parte del día.
Jornadas agotadoras en las que la rutina, te iba comiendo.
Había demasiado hambre espiritual.
Perder, no se trataba sólo cuando jugabas, sino que las cosas, no salían como anhelabas.
La visión se empañaba a cada paso y no lograbas ver el horizonte.
Ni siquiera, veías lo que estaba frente a tus ojos.
Nubes mentales y la pasión por lo que alguna vez te gustó, se había esfumado.
Rodeado de personas que ninguna era buena compañía.
Laberintos espejados donde no podías reflejarte.
Y caíste.
Todos tus valores estaban repartidos en el suelo.
No conciliabas el sueño y no eras el dueño, ni de tus acciones.
Había llegado el tercer día.
El ruido externo te quería invadir hasta que mágicamente se hizo silencio.
Pudiste escuchar tu voz interior.
Y era Dios diciéndote que ya está, que ya era hora.
Había llegado tu tiempo de renacer.
De reinventar el ser que siempre quisiste.
Y de amar con el alma, lo que se se llama Vida.
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#MarianoSantoro 羊