No es tarea fácil conocer a alguien y cada vez que lo hacemos, nos apuramos a contar lo mejor de nosotros, incluso se filtran momentos malos que hemos pasado; como para que sepan que a nosotros también nos pasan cosas malas y somos humanos.
Compartimos horas, tanto sea por chat, por teléfono o en persona.
Damos todo. Y no siempre recibimos lo que queremos.
Lo que tanto nos ilusionó se va descolorando.
Vemos que esas coincidencias no lo son tanto.
Las diferencias ya nos separar y sentimos que es el momento de volver a empezar.
No es fácil superar ese dolor interno.
Sabemos que dimos el 100% y fuimos sinceros.
Que nuestro corazón se encargó de latir de la manera adecuada y dar evidencias que realmente queríamos algo estable.
Pero no hay estabilidad cuando no estamos bien parados.
Si llegamos a la conclusión de querer estar con alguien, es que nuestro suelo aún puede soportar a alguien más.
Que deseamos caminar por caminos del amor. Sí, esos caminos que hasta hoy solo vimos en películas y en algunas novelas.
Es bueno poder soñar e imaginar que podemos trasladar esa ficción a lo real.
Porque nosotros somos reales.
Nuestra soledad es real.
Las lágrimas que alguna vez se dejan escapar y llenan nuestro rostro o la almohada, también son reales.
Y otra vez el choque. Ese corazón que estaba por explotar, ya ha salido de nuestro cuerpo y no es de felicidad, sino que ha salido herido y ventilarlo, es lo que sale natural.
Mostrar que estamos mal. Eso nos hace sensibles y querer ser felices alguna vez.
Solo queda esperar hasta recobrar las fuerzas y salir a encontrarse a la persona que está en algún lado para nosotros.
El tiempo puede ser mucho, pero estancarnos no es la solución.
MARIANO SANTORO