martes, 9 de noviembre de 2010

La llamada que nunca llega

Muchas veces en la vida nos hemos equivocado o hubo un malentendido con alguien en particular.
Seguro que fueron varias las veces y a la vez, a medida que crecemos, nos afecta más.
La culpa llega y sabemos que algo en nosotros hizo algo no debido, hasta quizás de manera inconsciente.
La falta de diálogo o que te lo prohíban, es lo peor.
El no poder dar tu versión de las cosas, de lo sucedido, nos daña incluso en la salud.
Desde una angustia muy profunda hasta transformarnos en seres que jamás queremos ser y menos, vivir de esa manera.
Suelen aparecer promesas de encuentros pendientes y el teléfono, no suena.
Nos ilusionamos, esperamos y casi, pareciendo obsesionados, miramos el celular a ver si aparece un mensaje que nos devuelva la alegría.
Dicen que la espera desespera.
Que si amas a alguien hay que dejarlo libre.
Dicen muchos dichos, pero cuando el corazón siente, hay que seguir a tus propios deseos.
Si el corazón te marca o te dice que hagas algo, andá seguro, ya que tenés el aval más importante, que es el sentimiento.
Sumando la sinceridad y la frontalidad.
Nunca mintiendo para sacar beneficio alguno, solo pensar en el otro y en nosotros.
El poder de las palabras, de la amistad, de saber que más allá de la distancia temporal y de probables peleas y discusiones fuertes, algo nos marcó.
Tuvimos una crianza especial, sana, agradable y feliz y todo eso, debemos traerlo de nuevo.
Recordar cuando estamos solos y mucho más en un reencuentro.
Una mirada o un abrazo que mueren de ganas de decir: GRACIAS, se silencian y del otro lado, lo perciben y llega el abrazo requerido; fuerte y con esa energía que nos alimenta.
Varias veces en mi vida me he dormido esperando un llamado.
Y en otras fui yo en las que en vez de esperar, haya hecho la primer movida.
Si una persona tiene valores a todo nivel, merece que le hagamos saber que siempre estaremos a su lado.
Distancias físicas o de las que sean.
La cuestión es contar con alguien y saber que siempre habrá tiempo para escuchar lo que diga nuestro corazón; con las palabras que nos dicta el alma y a la vez, es DIOS quien nos guía para no fallar y dar lo mejor de nosotros.
Siempre intentaré cerrar los ojos pensando en toda la gente buena que me rodea y nos da su apoyo incondicional.
Haré mis movidas.
Iré con Dios para que me proteja.
Diré y me expresaré según lo que sienta de verdad y de la manera más pura.
Sin miedos y sin dar miedos a la otra persona.
Seguridad para que si en algún momento se perdió la confianza, que el destino más la FE, la traiga y la recupere por todo el tiempo que esté por delante y hasta por el resto de nuestras vidas.
Creer que todo es posible y que siempre se puede superar lo malo que opacó al verdadero ser.
Una liviandad sentirás en tu cuerpo, una descarga de sensaciones que te harán saber que no te equivocaste al enfrentar la situación.
Y podrás renovar la paz que sentiste alejada.
MARIANO SANTORO