Cuando más alimentamos a la soledad, más bulímica se pone.
Pensemos que cada momento en que nos sentimos solos, la llenamos más y el espacio que ocupa, es cada vez mayor.
En ese caso y en nuestro hogar nos vemos invadidos y hacia donde miremos, veremos soledad.
Si en vez de quejarnos o darle importancia a ese estado, invirtiésemos más en actividades que nos agradan y nos llenen espiritualmente y con más vida social y activa, tendríamos buenos logros.
Cuando pensamos en nosotros solemos ver lo que nos falta; desde lo material hasta lo físico relacionado a una pareja.
Llegamos a un punto de nuestras vidas en que todo lo que pasamos ha sido un extenso aprendizaje y si pasamos momentos malos; es muy probable que hayan existido también momentos muy buenos.
Hay estudios en otros países que demuestran que lo último o lo más reciente, es lo que queda en nuestra mente; por ejemplo si vemos una película y la disfrutamos mucho, pero si el final es malo; nos llevamos esa impresión.
Esa manera de ver las cosas, debemos cambiarla y nadie dice que es fácil; pero nos lo debemos.
El encierro viene de cerrarse y eso significa que dejamos pasar oportunidades; que quizás se nos crucen por delante pero al estar tan vendados a algo bueno y novedoso; nos mantenemos en la oscuridad que está dentro nuestro.
Cuando hay oscuridad no hay sombras ni reflejos y si no podemos reflejarnos en nada ni en nadie; el encierro ganó la batalla.
En vez de sentir que en todo el espacio que ocupamos está la soledad, focalicemos que está en un lugar estable y fijo; como el banco que se ve en la foto.
Podemos empezar a caminar alrededor y ver que de a poco, nos vamos alejando.
Que no es tan necesaria para nuestra vida; que podemos prescindir de ella y retomarla solamente para relajarnos y para esos momentos de tranquilidad y paz.
Cuando logramos pararnos, ya nuestras piernas están firmes y sumando actitud y ganas, podemos empezar a dar pequeños pasos.
La soledad es un estado anímico.
Debemos alejarnos de todo lo que nos daña; sanemos nuestro corazón y todo lo negativo que tenga nuestro cuerpo; sanemos mentalmente, busquemos la paz mental, la estabilidad emocional, la no dependencia, la tristeza por no tener algo que ansiamos.
Relajarnos, pensar un poco menos; alivianar la carga, la extensa y gran mochila que supimos conseguir y sentirnos libres de ser quien queramos.
Caminemos, ya que delante tenemos un gran camino. Derrumbemos las paredes que nosotros mismos edificamos enrededor de lo que somos y descubramos el cielo de cada uno.
Algunas veces hemos leído que el cielo es el límite; entonces vayamos por ese cielo que nos pertenece.
Pero nunca tengamos límites si de ser felices se trata!
MARIANO SANTORO
Pensemos que cada momento en que nos sentimos solos, la llenamos más y el espacio que ocupa, es cada vez mayor.
En ese caso y en nuestro hogar nos vemos invadidos y hacia donde miremos, veremos soledad.
Si en vez de quejarnos o darle importancia a ese estado, invirtiésemos más en actividades que nos agradan y nos llenen espiritualmente y con más vida social y activa, tendríamos buenos logros.
Cuando pensamos en nosotros solemos ver lo que nos falta; desde lo material hasta lo físico relacionado a una pareja.
Llegamos a un punto de nuestras vidas en que todo lo que pasamos ha sido un extenso aprendizaje y si pasamos momentos malos; es muy probable que hayan existido también momentos muy buenos.
Hay estudios en otros países que demuestran que lo último o lo más reciente, es lo que queda en nuestra mente; por ejemplo si vemos una película y la disfrutamos mucho, pero si el final es malo; nos llevamos esa impresión.
Esa manera de ver las cosas, debemos cambiarla y nadie dice que es fácil; pero nos lo debemos.
El encierro viene de cerrarse y eso significa que dejamos pasar oportunidades; que quizás se nos crucen por delante pero al estar tan vendados a algo bueno y novedoso; nos mantenemos en la oscuridad que está dentro nuestro.
Cuando hay oscuridad no hay sombras ni reflejos y si no podemos reflejarnos en nada ni en nadie; el encierro ganó la batalla.
En vez de sentir que en todo el espacio que ocupamos está la soledad, focalicemos que está en un lugar estable y fijo; como el banco que se ve en la foto.
Podemos empezar a caminar alrededor y ver que de a poco, nos vamos alejando.
Que no es tan necesaria para nuestra vida; que podemos prescindir de ella y retomarla solamente para relajarnos y para esos momentos de tranquilidad y paz.
Cuando logramos pararnos, ya nuestras piernas están firmes y sumando actitud y ganas, podemos empezar a dar pequeños pasos.
La soledad es un estado anímico.
Debemos alejarnos de todo lo que nos daña; sanemos nuestro corazón y todo lo negativo que tenga nuestro cuerpo; sanemos mentalmente, busquemos la paz mental, la estabilidad emocional, la no dependencia, la tristeza por no tener algo que ansiamos.
Relajarnos, pensar un poco menos; alivianar la carga, la extensa y gran mochila que supimos conseguir y sentirnos libres de ser quien queramos.
Caminemos, ya que delante tenemos un gran camino. Derrumbemos las paredes que nosotros mismos edificamos enrededor de lo que somos y descubramos el cielo de cada uno.
Algunas veces hemos leído que el cielo es el límite; entonces vayamos por ese cielo que nos pertenece.
Pero nunca tengamos límites si de ser felices se trata!
MARIANO SANTORO