jueves, 11 de agosto de 2011

La lejana soledad

Cuando más alimentamos a la soledad, más bulímica se pone.
Pensemos que cada momento en que nos sentimos solos, la llenamos más y el espacio que ocupa, es cada vez mayor.
En ese caso y en nuestro hogar nos vemos invadidos y hacia donde miremos, veremos soledad.
Si en vez de quejarnos o darle importancia a ese estado, invirtiésemos más en actividades que nos agradan y nos llenen espiritualmente y con más vida social y activa, tendríamos buenos logros.
Cuando pensamos en nosotros solemos ver lo que nos falta; desde lo material hasta lo físico relacionado a una pareja.
Llegamos a un punto de nuestras vidas en que todo lo que pasamos ha sido un extenso aprendizaje y si pasamos momentos malos; es muy probable que hayan existido también momentos muy buenos.
Hay estudios en otros países que demuestran que lo último o lo más reciente, es lo que queda en nuestra mente; por ejemplo si vemos una película y la disfrutamos mucho, pero si el final es malo; nos llevamos esa impresión.
Esa manera de ver las cosas, debemos cambiarla y nadie dice que es fácil; pero nos lo debemos.
El encierro viene de cerrarse y eso significa que dejamos pasar oportunidades; que quizás se nos crucen por delante pero al estar tan vendados a algo bueno y novedoso; nos mantenemos en la oscuridad que está dentro nuestro.
Cuando hay oscuridad no hay sombras ni reflejos y si no podemos reflejarnos en nada ni en nadie; el encierro ganó la batalla.
En vez de sentir que en todo el espacio que ocupamos está la soledad, focalicemos que está en un lugar estable y fijo; como el banco que se ve en la foto.
Podemos empezar a caminar alrededor y ver que de a poco, nos vamos alejando.
Que no es tan necesaria para nuestra vida; que podemos prescindir de ella y retomarla solamente para relajarnos y para esos momentos de tranquilidad y paz.
Cuando logramos pararnos, ya nuestras piernas están firmes y sumando actitud y ganas, podemos empezar a dar pequeños pasos.
La soledad es un estado anímico.
Debemos alejarnos de todo lo que nos daña; sanemos nuestro corazón y todo lo negativo que tenga nuestro cuerpo; sanemos mentalmente, busquemos la paz mental, la estabilidad emocional, la no dependencia, la tristeza por no tener algo que ansiamos.
Relajarnos, pensar un poco menos; alivianar la carga, la extensa y gran mochila que supimos conseguir y sentirnos libres de ser quien queramos.
Caminemos, ya que delante tenemos un gran camino. Derrumbemos las paredes que nosotros mismos edificamos enrededor de lo que somos y descubramos el cielo de cada uno.
Algunas veces hemos leído que el cielo es el límite; entonces vayamos por ese cielo que nos pertenece.
Pero nunca tengamos límites si de ser felices se trata!
MARIANO SANTORO