Han sido muchas las horas de esfuerzo y sacrificio en las que pusimos muchas expectativas para lograr quien somos hoy.
Hemos pasado por tantas situaciones incómodas que hoy, nos asombramos de todo lo que vivimos.
Por eso mismo debemos seguir camino por nuestra fe y por todo lo que invertimos.
Si nos quedamos, nos atrasamos.
Todo tiempo que ha pasado, las miles de horas en las que planificamos y en muchas no conseguimos lo que tanto deseábamos.
No ha sido fácil y nadie nos dijo que iba a ser de otra manera.
Simplemente vivimos.
Hoy, tenemos metas, tenemos misiones y seguimos sumando planes; porque la vida nos regala momentos, nos da una inmensa cantidad de sorpresas que nos llenan todo el vacío que supimos conseguir.
Hoy, miramos el reloj y las horas perdidas.
Recordamos las horas vividas y los minutos eternos esperando que llegue lo que tanto queríamos.
Nos adueñamos de cosas y de personas incluso antes que fueran nuestras.
Y no somos objetos; somos personas con deseos, con sentimientos, con ganas de caminar hacia el mejor camino que Dios nos tenga a modo de obsequio por todo lo que pasamos.
Las pruebas seguirán y debemos dar gracias, ya que por esas pruebas, crecemos.
Nos alimentamos de momentos únicos.
Nos rodeamos de personas que llenan nuestro vacío emocional.
Nos emocionamos porque el corazón está en carne viva y nos sorprende encontrar a gente como nosotros; que sigue creyendo en la amistad, cree en la confianza, cree en que todo es posible si hay comunión, si hay humildad y si todo sale de la más sincera esencia de lo que somos.
Es extremadamente agradable saber que somos muchos los que queremos lo mismo.
La felicidad deja atrás la soledad.
La amistad, deja atrás ese círculo que ya creíamos cerrado.
Y en la apertura mental, nos encontramos en que siempre estuvimos preparados, salvo que nos dimos cuenta tarde y que el freno, lo poníamos nosotros.
Dejábamos nuestro reloj emocional sin pilas, absolutamente descargado y seguíamos viviendo por inercia; hasta que un día ese reloj se paró y luego de un tiempo de estar parados, sin rumbo y descolocados ante la modernidad donde nos tiraban abajo toda la sana crianza que tuvimos; nos dimos cuenta que aún no habíamos empezado a vivir.
Volvimos a mirar ese reloj que estaba tan cerca nuestro y nos encariñamos y nos propusimos darle cuerda y cuando vimos que las manecillas, que esas agujas ya iban hacia adelante, una sensación plena nos confirmó que ya era tiempo de vivir la realidad.
El tiempo es hoy, el tiempo es ya mismo y debemos empezar a hacer ya, todo lo que anhelamos, porque en la acción, nos motivamos a seguir creciendo a todos los niveles.
Paremos un instante tan sólo para ver lo que nos impide seguir; alejemos lo que nos atrasa y si hay un tiempo que perdimos, vayamos en busca del que tenemos adelante.
Miremos la hora, juntemos fuerzas, respiremos hondo y decretemos lo que más queremos para nosotros.
Ese es el primer paso para dar.
Y ese, es el primer minuto para sentirnos felices por todo lo que hacemos por la humanidad y en la que somos parte.
MARIANO SANTORO