Había una vez una personita que comenzó a crecer y a creer en todo lo que la vida le estaba mostrando.
Fue formando su personalidad y a definir lo que no quería para su vida.
Hubo momentos duros y golpes que la vida le puso a modo de prueba y supo pasarlos de la manera que pudo, sin saber si era correcto o no, pero superarlos era el objetivo.
La vida la obligaba a crecer de manera apresurada, hasta quizás matando etapas de inocencia.
Pero la inocencia no se pierde por ser adulto, sino por dejar de ser siempre uno mismo.
Y la gran experiencia de apostar al amor, era su primera y gran misión.
Jugó y dio todo, soñó y se permitió hacer lo que quiso.
Y no hay equivocaciones ni culpas cuando uno da todo de sí mismo.
Cuando se da amor, no siempre se recibe amor; pero mientras nosotros lo hagamos y sepamos que estamos haciendo bien, ya estamos satisfechos.
La ambición personal quisiera que nos amen de la misma manera, pero a veces la vida no piensa lo mismo que nuestra razón.
La lógica de los sentimientos es que no hay lógica, porque el sentir no se puede limitar.
Y llega un día en que los sueños comienzan a explotar como pompas de jabón y conocemos el dolor.
Nos sentimos confundidos y descolocados.
No podemos entender qué pasa con nosotros y con esos castillos que hicimos, que edificamos.
Y las dudas aparecen y se presentan ante nosotros sin ganas de abandonarnos.
Quieren estar lo suficientemente cerca para seguir amargándonos la existencia, cuando lo más dulce que tiene el vivir es el amor de a dos.
Y seguimos tratando de levantar la vista y no mirar hacia atrás, aunque los recuerdos no nos dejen dormir.
Y un nuevo día, esa personita, vuelve a creer y a confiar en la gente.
Pero lo más importante que hace, es volver a confiar en ella misma, en que puede y está dispuesta a volver a amar.
Y da lo mejor en nombre del amor y así sigue.
Porque en cada problema, hay dos soluciones y hay que saber elegir.
Vivir es simple y la gente lo complica mucho más.
No todo es juego cuando juegan con nosotros.
No todo es sufrir si nosotros jamás hicimos daño.
Son pequeñas confusiones que nos ponen a prueba en este largo examen que nos tocó.
Y la fe, es la que debe acompañarnos todos los días a esta hermosa escuela llamada vida.
Y la fe es la que nos presentará a todos las maestras que nos guiarán para ser mejor persona.
Aprenderemos de la Confianza, de la Amistad, de la Sinceridad y nuestro gran director, Dios, es quien nos ofrecerá una eterna felicidad, si tan solo nos permitimos creer.
Creer en él, creer en nosotros, creer en el amor.
Y llegará una nueva maestra, llamada Libertad que nos dará más amor y nos hará valorar lo que tenemos y a desechar lo que nos daña, lo que nos frene para seguir avanzando.
No seamos prisioneros de una mente que nos dice NO.
Nadie tiene poder sobre nosotros, sino nosotros mismos; somos los dueños y tenemos un gran corazón que nos permitirá seguir soñando y cumpliendo nuestros deseos.
Seguí tu corazón y dejarás las mejores huellas para todos los que quieran ir hacia la felicidad.
MARIANO SANTORO
Fue formando su personalidad y a definir lo que no quería para su vida.
Hubo momentos duros y golpes que la vida le puso a modo de prueba y supo pasarlos de la manera que pudo, sin saber si era correcto o no, pero superarlos era el objetivo.
La vida la obligaba a crecer de manera apresurada, hasta quizás matando etapas de inocencia.
Pero la inocencia no se pierde por ser adulto, sino por dejar de ser siempre uno mismo.
Y la gran experiencia de apostar al amor, era su primera y gran misión.
Jugó y dio todo, soñó y se permitió hacer lo que quiso.
Y no hay equivocaciones ni culpas cuando uno da todo de sí mismo.
Cuando se da amor, no siempre se recibe amor; pero mientras nosotros lo hagamos y sepamos que estamos haciendo bien, ya estamos satisfechos.
La ambición personal quisiera que nos amen de la misma manera, pero a veces la vida no piensa lo mismo que nuestra razón.
La lógica de los sentimientos es que no hay lógica, porque el sentir no se puede limitar.
Y llega un día en que los sueños comienzan a explotar como pompas de jabón y conocemos el dolor.
Nos sentimos confundidos y descolocados.
No podemos entender qué pasa con nosotros y con esos castillos que hicimos, que edificamos.
Y las dudas aparecen y se presentan ante nosotros sin ganas de abandonarnos.
Quieren estar lo suficientemente cerca para seguir amargándonos la existencia, cuando lo más dulce que tiene el vivir es el amor de a dos.
Y seguimos tratando de levantar la vista y no mirar hacia atrás, aunque los recuerdos no nos dejen dormir.
Y un nuevo día, esa personita, vuelve a creer y a confiar en la gente.
Pero lo más importante que hace, es volver a confiar en ella misma, en que puede y está dispuesta a volver a amar.
Y da lo mejor en nombre del amor y así sigue.
Porque en cada problema, hay dos soluciones y hay que saber elegir.
Vivir es simple y la gente lo complica mucho más.
No todo es juego cuando juegan con nosotros.
No todo es sufrir si nosotros jamás hicimos daño.
Son pequeñas confusiones que nos ponen a prueba en este largo examen que nos tocó.
Y la fe, es la que debe acompañarnos todos los días a esta hermosa escuela llamada vida.
Y la fe es la que nos presentará a todos las maestras que nos guiarán para ser mejor persona.
Aprenderemos de la Confianza, de la Amistad, de la Sinceridad y nuestro gran director, Dios, es quien nos ofrecerá una eterna felicidad, si tan solo nos permitimos creer.
Creer en él, creer en nosotros, creer en el amor.
Y llegará una nueva maestra, llamada Libertad que nos dará más amor y nos hará valorar lo que tenemos y a desechar lo que nos daña, lo que nos frene para seguir avanzando.
No seamos prisioneros de una mente que nos dice NO.
Nadie tiene poder sobre nosotros, sino nosotros mismos; somos los dueños y tenemos un gran corazón que nos permitirá seguir soñando y cumpliendo nuestros deseos.
Seguí tu corazón y dejarás las mejores huellas para todos los que quieran ir hacia la felicidad.
MARIANO SANTORO