Una de las mayores demostraciones de amor incondicional, es el ayudar.
Todos vivimos y tenemos nuestros propios dramas, pero en la amistad verdadera, también nos preocupamos por los que nos rodean.
En el vacío ajeno, poder llenarlo con esperanzas.
Muchos de los que están cerca nuestro, en nuestro trabajo, en nuestros conocidos, en todo lo que la vida nos ponga a modo de prueba, está el poder ayudar.
Sentir que uno está cayendo a un gran pozo de depresión, donde cuando uno cree que ya ha llegado al fondo, es como que pareciera que aún hay más.
Y es en ese instante en donde debemos parar la mente y dejarnos guiar por nuestra esencia.
Creer que Dios está con nosotros, porque en realidad así es.
Y de alguna manera, la ayuda vendrá por nosotros.
Cuando saludamos, solemos dar la mano y a la vez, estamos brindando nuestra ayuda.
El que cuenten con nosotros en caso de estar pasando un mal momento.
El escuchar, cuando el otro tiene mucho más que palabras de auxilio para decir.
Esos gritos silenciosos que solo se oyen con el alma.
Uno no tiene que pedir permiso para ayudar, simplemente lo hace.
El corazón, nos guia siempre a hacer lo correcto, aunque no existan leyes de algo verdaderamente correcto.
No nos enseñaron a ayudar y ni siquiera nos enseñaron a amar; pero debemos aprender y se hace en la práctica.
Al sentir un cierto cariño por alguien cercano, cuando se van llenando espacios con sentimientos profundos.
Cuando sentimos que la vida gira y nosotros estamos parados mirándola.
Cuando bien en lo profundo de nuestro ser sabemos que hay algo más, nace una esperanza en nosotros.
Y al estar ya empezando a caminar muy lentamente hacia la felicidad, dando pasos pequeños con algo de temor para no repetir historias, sino que queremos obtener recetas para crecer, para seguir.
No hay algo específico, ni reglas, sino que hay amor en el aire; al respirar debemos respirar amor.
Y mientras caminemos o cuando estemos mirando hacia todos lados buscando la salvación, aparecerá una mano, es la que nos tomará muy fuerte y sin necesidad de palabras, sentimos que es la gran necesidad de ayudar y ser ayudado.
Todos nuestros sentidos nos permiten sentir y al expresarlo ante un necesitado, lo siente, lo ve, lo vibra.
Dando una mano, damos esperanza y fe; damos amor en toda su pureza.
Todos en algún momento necesitamos ayuda; para poder cumplir una prueba, para salir adelante ante los problemas cotidianos, ante la pérdida de un ser o de una pareja.
Cuando sentimos que perdimos, nuestro ser va recuperando fuerzas para sentir que ya estamos ganando tiempo para creer y saber que siempre hay una solución.
Cerremos los ojos y abramos el corazón.
Y sin que nos pregunten, tendamos la mano y demostremos que estamos para estar en esos momentos de duda; que estaremos en esos momentos donde la angustia se va comiendo parte de nuestra carne.
Toda solución a cualquier problema, está en nosotros; en la capacidad que Dios nos dio para ayudarnos.
Vamos cobrando y ganando experiencia y lo que recibimos lo damos.
Al ayudar hay un solo interes y es el bienestar de quien estamos ayudando.
En su alegría, nos alegramos.
En su sonrisa, nos emocionamos.
Y en su agradecimiento, nuestro corazón se llena de la luz más hermosa que nuestros ojos jamás habían visto.
Ayudar es una gran experiencia y cuando necesites ayuda, pedila.
Y si no te salen las palabras, el cuerpo y las miradas nos harán saber qué es lo que necesitás.
Y ahí estaré!
MARIANO SANTORO
Todos vivimos y tenemos nuestros propios dramas, pero en la amistad verdadera, también nos preocupamos por los que nos rodean.
En el vacío ajeno, poder llenarlo con esperanzas.
Muchos de los que están cerca nuestro, en nuestro trabajo, en nuestros conocidos, en todo lo que la vida nos ponga a modo de prueba, está el poder ayudar.
Sentir que uno está cayendo a un gran pozo de depresión, donde cuando uno cree que ya ha llegado al fondo, es como que pareciera que aún hay más.
Y es en ese instante en donde debemos parar la mente y dejarnos guiar por nuestra esencia.
Creer que Dios está con nosotros, porque en realidad así es.
Y de alguna manera, la ayuda vendrá por nosotros.
Cuando saludamos, solemos dar la mano y a la vez, estamos brindando nuestra ayuda.
El que cuenten con nosotros en caso de estar pasando un mal momento.
El escuchar, cuando el otro tiene mucho más que palabras de auxilio para decir.
Esos gritos silenciosos que solo se oyen con el alma.
Uno no tiene que pedir permiso para ayudar, simplemente lo hace.
El corazón, nos guia siempre a hacer lo correcto, aunque no existan leyes de algo verdaderamente correcto.
No nos enseñaron a ayudar y ni siquiera nos enseñaron a amar; pero debemos aprender y se hace en la práctica.
Al sentir un cierto cariño por alguien cercano, cuando se van llenando espacios con sentimientos profundos.
Cuando sentimos que la vida gira y nosotros estamos parados mirándola.
Cuando bien en lo profundo de nuestro ser sabemos que hay algo más, nace una esperanza en nosotros.
Y al estar ya empezando a caminar muy lentamente hacia la felicidad, dando pasos pequeños con algo de temor para no repetir historias, sino que queremos obtener recetas para crecer, para seguir.
No hay algo específico, ni reglas, sino que hay amor en el aire; al respirar debemos respirar amor.
Y mientras caminemos o cuando estemos mirando hacia todos lados buscando la salvación, aparecerá una mano, es la que nos tomará muy fuerte y sin necesidad de palabras, sentimos que es la gran necesidad de ayudar y ser ayudado.
Todos nuestros sentidos nos permiten sentir y al expresarlo ante un necesitado, lo siente, lo ve, lo vibra.
Dando una mano, damos esperanza y fe; damos amor en toda su pureza.
Todos en algún momento necesitamos ayuda; para poder cumplir una prueba, para salir adelante ante los problemas cotidianos, ante la pérdida de un ser o de una pareja.
Cuando sentimos que perdimos, nuestro ser va recuperando fuerzas para sentir que ya estamos ganando tiempo para creer y saber que siempre hay una solución.
Cerremos los ojos y abramos el corazón.
Y sin que nos pregunten, tendamos la mano y demostremos que estamos para estar en esos momentos de duda; que estaremos en esos momentos donde la angustia se va comiendo parte de nuestra carne.
Toda solución a cualquier problema, está en nosotros; en la capacidad que Dios nos dio para ayudarnos.
Vamos cobrando y ganando experiencia y lo que recibimos lo damos.
Al ayudar hay un solo interes y es el bienestar de quien estamos ayudando.
En su alegría, nos alegramos.
En su sonrisa, nos emocionamos.
Y en su agradecimiento, nuestro corazón se llena de la luz más hermosa que nuestros ojos jamás habían visto.
Ayudar es una gran experiencia y cuando necesites ayuda, pedila.
Y si no te salen las palabras, el cuerpo y las miradas nos harán saber qué es lo que necesitás.
Y ahí estaré!
MARIANO SANTORO