domingo, 30 de septiembre de 2012

La luz que nos ilumina

Todos podemos pasar por momentos difíciles.
El vivir la realidad no es tarea fácil y todos podemos ser vulnerables ante determinadas situaciones.
La velocidad del mundo la tomamos como propia y la ansiedad se ha hecho una compañera de viaje.
Si le sumamos los impulsos, no creo que lleguemos a ningún lado y el camino se hará más complicado.
Por más que tengamos nuevas ideas a cada minuto.
Por más que queramos concretar algo ya mismo; tenemos que pensar que no siempre tenemos el semáforo en verde.
Y eso se debe a que tenemos que parar; que frenar y pensar bien la situación que estemos por realizar.
Pararnos ante la vida mientras el mundo gira es positivo, porque de esa manera, no seguiremos la corriente, sino que nos tomaremos nuestro tiempo para pensar, para ordenar nuestras ideas.
Detenernos es necesario para disfrutar de lo que hemos recibido, de todo lo que estemos viviendo.
Muchas veces le damos permiso a la insatisfacción para que entre en nuestra vida en el preciso instante en que estamos pasando hermosos momentos.
Cuando uno se relaja y disfruta de lo que hace; lo que esté por venir, vendrá con más fuerza, con más poder.
Siempre debemos sumar metas a nuestra vida.
Siempre tendremos varios caminos por delante y está en nosotros no meternos en uno donde reine la oscuridad, porque ésta, traerá dudas, nervios y nos iremos apagando.
Cuando hablo de apagar, significa que hay una luz muy poderosa y es la luz que nos ilumina.
La misma luz que nos da poder y nos guía.
Esa es la luz que debemos permitir que nos envuelva.
La que a medida que nos dejemos abrazar entre esos preciosos rayos de amor, llenaremos los espacios vacíos y llenaremos cada ausencia que creamos tener.
La luz que vive en nosotros es infinita.
Esa luz es el poder de Dios cuando nos ve haciendo lo que es correcto.
Cuando caminamos un camino de solidaridad y de amor fraternal, se va ampliando cada día más.
Y las metas que hoy eran complicadas de lograr, mañana las veremos hechas realidad e iremos por más.
Porque el ayudar no tiene fin y tampoco lo tiene el amor que podemos sentir por las personas.
Alejarnos de algunas por alguna circunstacia no tiene que impedir sentir lo que alguna vez sentimos.
El amor que dimos, siempre vivirá en nosotros.
Y todo el amor que tenemos para dar, será recompensado por más luz que seguirá sorprendiéndonos a cada paso.

MARIANO SANTORO