miércoles, 26 de septiembre de 2012

Tu propio planeta

Un día nace y le prestamos atención a una pequeña lucecita que hay en nosotros.
Casi una bolita muy chiquita que tiene un brillo especial.
Tiene magia, tiene un misterio que estamos dispuestos a conocer.
De a poco, en esa bolita, vamos guardando cosas que queremos.
La vamos llenando de lo que amamos.
La alimentamos con todos los valores que hemos aprendido.
Cada día, nos tomamos un tiempo para visitar ese lugar, para alejarnos de lo cotidiano, de la rutina y nos alegra mucho pasar varias horas ahí.
Cada visita que hacemos, ese lugar crece y el espacio aumenta y todo lo que depositamos, toma más fuerza.
Nos asombramos y recibimos una inmensa paz al poder experimentar esto que comenzó con una lucecita azul.
Y pasan los días y ese espacio, ya ocupa un lugar importante en nuestra vida, ya es parte de nosotros, de lo que somos verdaderamente.
Lo vemos crecer y la plenitud nos transforma.
Sentimos que el corazón ya tiene su lugar reservado.
Vemos que todo lo bueno que hay en nuestro cuerpo, ya encontró su lugarcito.
Hay comodidad, hay placer y aún hay mucho más.
Y nos damos cuenta que no hay sombras, que no hay oscuridad; porque todo ya es una luz muy potente que ilumina nuestro ser.
De esa manera, vamos armando un hermoso lugar para vivir.
Tenemos todo lo que necesitamos y si falta algo, Dios nos lo proveerá a su debido tiempo.
Ya nos olvidamos de lo que pasamos, porque este momento es el instante que queremos eternizar.
Sentimos que queremos contar esto que nos está pasando y vamos invitando a las personas que más cariño les tenemos.
Y a cada una le encontramos su propio lugar sin invadir al otro y a la vez, permitiendo la unión entre cada ser.
Y mientras el destino sigue su curso con viaje hacia la felicidad, vemos que hemos creado algo magnífico.
Ese lugar, es tu propio planeta.
El que vive en vos y vos vivís en él junto a todos los que amás.
Solo hay bondad y felicidad.
Hay paz, alegría y libertad.
Hay amor en cada rincón.
Te permitís soltar una sonrisa como sabiendo interiormente que este día llegaría.
Tu percepción te había dado pistas.
Tu corazón, tenía un camino trazado.
Y no importa cuánto tardaste en encontrarlo, en encontrarte, porque ya vivís en tu propio planeta.
El que elegiste al aceptar que Dios reinará por toda la eternidad.
Ese planeta que brilla por el amor de cada persona que vive ahí.
Y mientras corre el reloj, un día volvés a sorprenderte ya que ves una nueva lucecita que quiere brillar.
Y es el nuevo ser que vive en vos y tiene la esencia de tu niño interior.
Toda la dulzura, la inocencia y la alegría que solo se puede obtener cuando ponés tu vida en manos de Dios y el te guía.
Así fue que descubriste el gran secreto.
Y es que luego de buscar incansablemente en todos los lugares posibles, lo encontraste en tu propio planeta.
Y desde hoy, podés dar la bienvenida a todos los que viven en vos.

MARIANO SANTORO