Cuando nos sentimos en estado de enamoramiento, cada pestañeo es como cada latido del corazón.
Ver la realidad que tanto nos alegra y a la vez, nuestro ser nos moviliza sensaciones hiper agradables.
Sentirnos amados es la vuelta de todo lo que damos.
En lo más profundo de nuestro corazón, recibimos golpecitos de felicidad.
Plenitud que desea ser eterna.
Liberar cada emoción y que fluya, porque al amar, no hay temores, solo hay placer y satisfacción que se siente en el alma.
La vivencia es la ciencia de hacer que todo sea real.
Un mundo que es posible verlo, comprobarlo y disfrutarlo.
Accionar, ya que al hacerlo generamos energía que se hace electricidad.
La misma que nos permite brillar e iluminarnos exteriormente.
Lo que se siente en lo más profundo, la piel se encarga de mostrarlo.
Mirarnos por dentro, bucear en lo más profundo del ser y encontrar las maravillas de Dios.
En ese viaje, crecen los deseos de seguir y de querer descubrir los misterios del amor.
Todo lo que conocimos se transforma en miniaturas de una gran escenografía llamada vida.
Donde los personajes toman vida y comienzan a vivir lo que tanto anhelaban.
Recorrer hasta agotarse, porque sabemos que se renovarán las energías y mutarán a positivismo.
Correr la gran carrera de la vida porque ganamos sabiduría y experiencia.
Cuando no podemos decirlo, porque al sentirlo, no hay palabras para expresarlo.
Cuando podemos vivirlo, porque en cada latido, inventamos un nuevo lenguaje.
Ese lenguaje se expresa con amor.
No son palabras, son sensaciones.
Cuando lo que se quiebra, no se rompe, ya que por dentro, aparece lo más preciado de nuestro ser.
Esa perla escondida en nuestro corazón.
Ese brillo natural que nos convierte en vulnerables y a la vez poderosos.
Seres en búsqueda de la perfección, cuando la gran acción se llama amor.
Estar, estoy, estamos.
Mezclarnos hasta unirnos.
Vivir hasta sentirlo.
Soltar hasta morirlo.
Porque en lo más profundo de nuestro ser, está la vida eterna.
MARIANO SANTORO
Ver la realidad que tanto nos alegra y a la vez, nuestro ser nos moviliza sensaciones hiper agradables.
Sentirnos amados es la vuelta de todo lo que damos.
En lo más profundo de nuestro corazón, recibimos golpecitos de felicidad.
Plenitud que desea ser eterna.
Liberar cada emoción y que fluya, porque al amar, no hay temores, solo hay placer y satisfacción que se siente en el alma.
La vivencia es la ciencia de hacer que todo sea real.
Un mundo que es posible verlo, comprobarlo y disfrutarlo.
Accionar, ya que al hacerlo generamos energía que se hace electricidad.
La misma que nos permite brillar e iluminarnos exteriormente.
Lo que se siente en lo más profundo, la piel se encarga de mostrarlo.
Mirarnos por dentro, bucear en lo más profundo del ser y encontrar las maravillas de Dios.
En ese viaje, crecen los deseos de seguir y de querer descubrir los misterios del amor.
Todo lo que conocimos se transforma en miniaturas de una gran escenografía llamada vida.
Donde los personajes toman vida y comienzan a vivir lo que tanto anhelaban.
Recorrer hasta agotarse, porque sabemos que se renovarán las energías y mutarán a positivismo.
Correr la gran carrera de la vida porque ganamos sabiduría y experiencia.
Cuando no podemos decirlo, porque al sentirlo, no hay palabras para expresarlo.
Cuando podemos vivirlo, porque en cada latido, inventamos un nuevo lenguaje.
Ese lenguaje se expresa con amor.
No son palabras, son sensaciones.
Cuando lo que se quiebra, no se rompe, ya que por dentro, aparece lo más preciado de nuestro ser.
Esa perla escondida en nuestro corazón.
Ese brillo natural que nos convierte en vulnerables y a la vez poderosos.
Seres en búsqueda de la perfección, cuando la gran acción se llama amor.
Estar, estoy, estamos.
Mezclarnos hasta unirnos.
Vivir hasta sentirlo.
Soltar hasta morirlo.
Porque en lo más profundo de nuestro ser, está la vida eterna.
MARIANO SANTORO