Las lecciones de la vida parecen no terminar y no lo harán, ya que cada una de esas pruebas sorpresas que nos toma la vida, nos sirven para crecer, para seguir aprendiendo, ya que siempre hay materias nuevas cuando se trata de la superación personal.
A cada paso que damos, nos encontramos con algunas piedritas, con inconvenientes que mientras tengamos la mente tranquila y nos dejemos guiar por nuestro corazón; las haremos a un lado.
Ya sabemos qué cosas nos sirven y queremos para nuestra vida.
Debemos abandonar definitivamente lo que nos haga daño; no se coleccionan negatividades; sino que nos apartamos porque tenemos muy bien definido el camino que queremos.
Algunas veces creímos no poder cambiar y fuimos modificando costumbres, conductas para sentirnos mejor y lo logramos.
El cambio real es decidir qué vamos sumando a nuestra vida; porque nuestra vida no tiene cambio, no somos un producto o una cosa; somos personas con deseos genuinos de ser felices.
La vida es demasiado hermosa para perder tiempo con lo que nos frena.
Hemos sido tantas cosas en la vida y hoy, poder sentirnos libres es lo que nos debe importar; lo demás, fue parte del paisaje mientras viajábamos por la vida.
Circunstancias que dejaron sus huellas; esas marquitas que el tiempo se encarga de sacar, porque es el mejor cirujano.
Toda marca interna, es la que quizás nos moleste; pero si cada una de ellas sirvieron para ser lo que somos hoy, cumplieron su misión y ya no debemos darle más importancia.
Es momento de valorarnos, de vernos y saber que podemos ser dueños de todo lo que hagamos.
Soltemos amarras que nos atan al pasado tormentoso; porque hoy podemos disfrutar de un cielo completamente despejado.
Y nuestro corazón también es ese cielo; lleno de claridad que nos ilumina.
A nuestro alcance está el árbol de la vida y debemos abrazarnos y entrelazar esas ramas de experiencia que crecieron luchando con los poderosos vientos y golpes; pero nadie más poderoso que Dios, porque es él quien nos da ese poder, esa fuerza interna para seguir.
Ya estamos preparados; hemos recuperado el color en nuestra visión.
Nuestro cuerpo va dejando pieles que ya no usaremos.
Lo que realmente somos, va quedando expuesto y no debemos temer, porque pocas cosas importan más que ser uno mismo.
Nos vestimos de humildad y bondad.
Nos rodeamos de todo lo que nos hace bien.
Cuando lo necesitamos, paramos para disfrutar el paisaje y nos tomamos de la mano con las personas que aceptaron el mismo camino.
La felicidad nos espera.
Ya no hay apuro porque la meta está cerca.
Ya no tiene que haber nerviosismo, ni temor; hay mucha luz en el trayecto.
Todo lo demás, es parte de algo que quedó demasiado lejos y ni siquiera, ocupará un lugar en nuestra mente.
Cuando le damos un buen valor a los espacios de nuestra vida, incluso los espacios de nuestro ser; nos alimentamos de paz.
Elevemos nuestro ser y sigamos caminando.
Las puertas se seguirán abriendo porque la llave, es el amor que tenemos por la vida!
MARIANO SANTORO
A cada paso que damos, nos encontramos con algunas piedritas, con inconvenientes que mientras tengamos la mente tranquila y nos dejemos guiar por nuestro corazón; las haremos a un lado.
Ya sabemos qué cosas nos sirven y queremos para nuestra vida.
Debemos abandonar definitivamente lo que nos haga daño; no se coleccionan negatividades; sino que nos apartamos porque tenemos muy bien definido el camino que queremos.
Algunas veces creímos no poder cambiar y fuimos modificando costumbres, conductas para sentirnos mejor y lo logramos.
El cambio real es decidir qué vamos sumando a nuestra vida; porque nuestra vida no tiene cambio, no somos un producto o una cosa; somos personas con deseos genuinos de ser felices.
La vida es demasiado hermosa para perder tiempo con lo que nos frena.
Hemos sido tantas cosas en la vida y hoy, poder sentirnos libres es lo que nos debe importar; lo demás, fue parte del paisaje mientras viajábamos por la vida.
Circunstancias que dejaron sus huellas; esas marquitas que el tiempo se encarga de sacar, porque es el mejor cirujano.
Toda marca interna, es la que quizás nos moleste; pero si cada una de ellas sirvieron para ser lo que somos hoy, cumplieron su misión y ya no debemos darle más importancia.
Es momento de valorarnos, de vernos y saber que podemos ser dueños de todo lo que hagamos.
Soltemos amarras que nos atan al pasado tormentoso; porque hoy podemos disfrutar de un cielo completamente despejado.
Y nuestro corazón también es ese cielo; lleno de claridad que nos ilumina.
A nuestro alcance está el árbol de la vida y debemos abrazarnos y entrelazar esas ramas de experiencia que crecieron luchando con los poderosos vientos y golpes; pero nadie más poderoso que Dios, porque es él quien nos da ese poder, esa fuerza interna para seguir.
Ya estamos preparados; hemos recuperado el color en nuestra visión.
Nuestro cuerpo va dejando pieles que ya no usaremos.
Lo que realmente somos, va quedando expuesto y no debemos temer, porque pocas cosas importan más que ser uno mismo.
Nos vestimos de humildad y bondad.
Nos rodeamos de todo lo que nos hace bien.
Cuando lo necesitamos, paramos para disfrutar el paisaje y nos tomamos de la mano con las personas que aceptaron el mismo camino.
La felicidad nos espera.
Ya no hay apuro porque la meta está cerca.
Ya no tiene que haber nerviosismo, ni temor; hay mucha luz en el trayecto.
Todo lo demás, es parte de algo que quedó demasiado lejos y ni siquiera, ocupará un lugar en nuestra mente.
Cuando le damos un buen valor a los espacios de nuestra vida, incluso los espacios de nuestro ser; nos alimentamos de paz.
Elevemos nuestro ser y sigamos caminando.
Las puertas se seguirán abriendo porque la llave, es el amor que tenemos por la vida!
MARIANO SANTORO