Muchas veces la soledad viene acompañada de confusiones.
No creo que uno cometa errores si realmente los piense.
Los impulsos, no salen del corazón; sino de un lugar que aún, nos falta manejar.
Somos conductores de un cuerpo y no es una tarea fácil, ya que si nos dejamos llevar por las emociones, podemos hacer cosas negativas.
Y cuando nos pasan estas cosas, nos sentimos perdidos.
No significa que cambiamos el camino que veníamos caminando, sino que nos paralizan las situaciones y solemos expresar cosas que no nos gustan.
Las maneras no suelen ser correctas, pero algo en nosotros, nos lo dice.
Y quizás haya pasado un tiempo para chocarnos con la pared de la realidad.
Cuando uno ha realizado mucho por los demás y si dimos lo mejor y fuimos sinceros con nosotros mismos.
Cuando el corazón nos jugó las cartas más complicadas, tuvimos que hacer una movida.
Y eso se llama reencuentro.
Reencontrarse con un pasado que siempre estará.
Con un presente raro, pero es un regalo, es una nueva oportunidad de no girar la única llave que nos deja abrirnos a los secretos, a lo que se vivió y a lo que vendrá.
Siempre habrá un futuro y una semilla, que de a poco se irá transformando en una plantita con ramitas, un arbolito pequeño que nos gusta mirar y encariñarnos.
Cuando vemos crecer lo que hicimos, se produce un reencuentro con nuestra energía y nos fusionamos.
El mar siempre besará la arena y aunque se aleje, la tendrá en sus recuerdos.
Los reencuentros se producen en la mente y algunas veces, se alojan en algún sueño.
No todos se convierten en realidad y táctiles.
Los signos de grandeza, los símbolos que muestran los buenos sentimientos, las señales que nos dicen que estamos bien; todo esa mezcla que exterioriza nuestro cuerpo y nuestro ser, genera positivismo.
No solo se crece cumpliendo años.
Se crece con los hechos y cuando aprobamos esas materias que no nos dejaban dormir.
Ante la imposiblidad de descanso; la respuesta está en reencontrarse con quien somos.
En ese espejo que no solo muestra belleza o una supuesta fealdad; nos muestra lo interno; nos muestra una verdad que solo nosotros la podemos ver y muchas veces, nos duele, porque no nos gusta lo que vemos y ahí, es cuando queremos empezar a limpiar.
Nos lavamos de la suciedad que nos provocaron.
Y comienza a aparecer y a relucir algo tan especial y único que nos alegra.
Nuestra semblanza recupera un brillo especial.
Producimos felicidad en nuestro entorno.
Y se arma un gran evento llamado comunión.
Siempre debemos hablarnos, escuchar lo que el alma nos quiere decir.
No tapemos los oídos y no impidamos que esas palabras internas nos digan la única verdad.
Tenemos mucho por hacer y cuando la solidaridad la hacemos con nosotros mismos y nos preocupamos por ser mejores en lo que hagamos, cuando la autoestima ya está en su nivel ideal, cuando nuestra mente produce ideas, mágicamente aparecen esas hojas en blanco que nos pone la vida y ahí, empezamos a escribir felicidad para todos los que nos rodean.
Cuando nos reencontramos con todo lo que nos hizo bien, nos hace mucho mejor.
Cuando nos permitimos recordar, renacen los mejores sentimientos que tuvimos.
Siempre habrá noches donde nos iluminaremos por dentro y siempre habrá días en los que ya con fuerzas en todo nuestro ser, sigamos caminando hacia todo lo que nos da tranquilidad.
MARIANO SANTORO
No creo que uno cometa errores si realmente los piense.
Los impulsos, no salen del corazón; sino de un lugar que aún, nos falta manejar.
Somos conductores de un cuerpo y no es una tarea fácil, ya que si nos dejamos llevar por las emociones, podemos hacer cosas negativas.
Y cuando nos pasan estas cosas, nos sentimos perdidos.
No significa que cambiamos el camino que veníamos caminando, sino que nos paralizan las situaciones y solemos expresar cosas que no nos gustan.
Las maneras no suelen ser correctas, pero algo en nosotros, nos lo dice.
Y quizás haya pasado un tiempo para chocarnos con la pared de la realidad.
Cuando uno ha realizado mucho por los demás y si dimos lo mejor y fuimos sinceros con nosotros mismos.
Cuando el corazón nos jugó las cartas más complicadas, tuvimos que hacer una movida.
Y eso se llama reencuentro.
Reencontrarse con un pasado que siempre estará.
Con un presente raro, pero es un regalo, es una nueva oportunidad de no girar la única llave que nos deja abrirnos a los secretos, a lo que se vivió y a lo que vendrá.
Siempre habrá un futuro y una semilla, que de a poco se irá transformando en una plantita con ramitas, un arbolito pequeño que nos gusta mirar y encariñarnos.
Cuando vemos crecer lo que hicimos, se produce un reencuentro con nuestra energía y nos fusionamos.
El mar siempre besará la arena y aunque se aleje, la tendrá en sus recuerdos.
Los reencuentros se producen en la mente y algunas veces, se alojan en algún sueño.
No todos se convierten en realidad y táctiles.
Los signos de grandeza, los símbolos que muestran los buenos sentimientos, las señales que nos dicen que estamos bien; todo esa mezcla que exterioriza nuestro cuerpo y nuestro ser, genera positivismo.
No solo se crece cumpliendo años.
Se crece con los hechos y cuando aprobamos esas materias que no nos dejaban dormir.
Ante la imposiblidad de descanso; la respuesta está en reencontrarse con quien somos.
En ese espejo que no solo muestra belleza o una supuesta fealdad; nos muestra lo interno; nos muestra una verdad que solo nosotros la podemos ver y muchas veces, nos duele, porque no nos gusta lo que vemos y ahí, es cuando queremos empezar a limpiar.
Nos lavamos de la suciedad que nos provocaron.
Y comienza a aparecer y a relucir algo tan especial y único que nos alegra.
Nuestra semblanza recupera un brillo especial.
Producimos felicidad en nuestro entorno.
Y se arma un gran evento llamado comunión.
Siempre debemos hablarnos, escuchar lo que el alma nos quiere decir.
No tapemos los oídos y no impidamos que esas palabras internas nos digan la única verdad.
Tenemos mucho por hacer y cuando la solidaridad la hacemos con nosotros mismos y nos preocupamos por ser mejores en lo que hagamos, cuando la autoestima ya está en su nivel ideal, cuando nuestra mente produce ideas, mágicamente aparecen esas hojas en blanco que nos pone la vida y ahí, empezamos a escribir felicidad para todos los que nos rodean.
Cuando nos reencontramos con todo lo que nos hizo bien, nos hace mucho mejor.
Cuando nos permitimos recordar, renacen los mejores sentimientos que tuvimos.
Siempre habrá noches donde nos iluminaremos por dentro y siempre habrá días en los que ya con fuerzas en todo nuestro ser, sigamos caminando hacia todo lo que nos da tranquilidad.
MARIANO SANTORO