Mis latidos tienen miradas; tienen una percepción especial de lo que transcurre a mi alrededor.
Mi corazón está lleno de emociones y sensaciones que pueden resultar frágiles, pero tienen la fortaleza del amor verdadero.
Mientras observo mi corazón, lo voy girando y voy viendo mucho más de lo que quiero ver.
Me emociono al ver los 2 rostros que tiene.
Son los de mi padre y mi madre.
Me dieron la vida y lograron llenar mi ser con valores que hoy, son un tesoro muy preciado.
Los adoro con toda mi alma.
Viven en mí y logramos una gran y poderosa trilogía.
Aprendimos que los afectos no se compran ni se venden.
Lo que sale directamente del corazón, no tiene precio.
Y lo que sale, es absolutamente puro.
Toda persona puede discutir y no estar de acuerdo en algunos temas; pero cuando la unión supera lo físico; se llega a lo espiritual.
Lo que a uno le duele, lo percibimos los demás.
Esa pirámide en la que Dios es el núcleo perfecto para mantenernos, es lo que nos motiva y aumenta la fuerza humana.
Porque no es un golpe lo que provoca dolor, sino que ver sufrir a quien amamos, es lo que nos destroza el alma y es ahí, cuando pasamos nuestra humanidad y llegamos al amor más increíble que exista; es ese lazo irrompible y que perdurará por siempre.
Cuando pluralizamos el amor, aparece el nosotros y es ahí, cuando todo tiene más sentido; porque al sentir, es el alma lo que nos da la sabiduría de hacer todo lo que esté a nuestro alcance.
Y cuando sentimos no dar más, nos dejamos guiar por Dios; el centro de poder que vive en cada uno.
Y no hay soledad, porque aprendimos a descubrir nuestros espacios y libertades.
Supimos que cada uno debía caminar por su cuenta y que en el mismo camino, nos reencontraríamos siempre.
Porque en las calles del amor entre padres e hijos, está repleto de afectos.
Cada rincón tiene su recuerdo.
Y es ahí cuando la memoria emotiva nos une más y más hasta que Dios nos abraza.
Nos dejamos llevar y nuestro cuerpo lo expresa como puede; porque siempre seremos alumnos, mientras exista esa gran materia llamada amor.
Y sabemos que el amor es infinito.
Que hay alegrías que se reiteran; que se recuerdan momentos que dejaron sus huellas.
Y que si hoy, el camino tiene algunas piedras, el amor las hará a un costado.
Porque cada uno siente y sumando esos sentimientos, se produce el diálogo de una eternidad que tiene mucho más que adn.
Cada uno es luz que ilumina al que necesita de ese brillo para salir adelante.
Porque cuando levantamos la vista, siempre nos encontraremos ante la presencia de Dios.
Gracias, es la llave que abre oportunidades.
Amor, es lo que hace cerrar la forma absoluta y se logra el círculo perfecto.
MARIANO SANTORO
Mi corazón está lleno de emociones y sensaciones que pueden resultar frágiles, pero tienen la fortaleza del amor verdadero.
Mientras observo mi corazón, lo voy girando y voy viendo mucho más de lo que quiero ver.
Me emociono al ver los 2 rostros que tiene.
Son los de mi padre y mi madre.
Me dieron la vida y lograron llenar mi ser con valores que hoy, son un tesoro muy preciado.
Los adoro con toda mi alma.
Viven en mí y logramos una gran y poderosa trilogía.
Aprendimos que los afectos no se compran ni se venden.
Lo que sale directamente del corazón, no tiene precio.
Y lo que sale, es absolutamente puro.
Toda persona puede discutir y no estar de acuerdo en algunos temas; pero cuando la unión supera lo físico; se llega a lo espiritual.
Lo que a uno le duele, lo percibimos los demás.
Esa pirámide en la que Dios es el núcleo perfecto para mantenernos, es lo que nos motiva y aumenta la fuerza humana.
Porque no es un golpe lo que provoca dolor, sino que ver sufrir a quien amamos, es lo que nos destroza el alma y es ahí, cuando pasamos nuestra humanidad y llegamos al amor más increíble que exista; es ese lazo irrompible y que perdurará por siempre.
Cuando pluralizamos el amor, aparece el nosotros y es ahí, cuando todo tiene más sentido; porque al sentir, es el alma lo que nos da la sabiduría de hacer todo lo que esté a nuestro alcance.
Y cuando sentimos no dar más, nos dejamos guiar por Dios; el centro de poder que vive en cada uno.
Y no hay soledad, porque aprendimos a descubrir nuestros espacios y libertades.
Supimos que cada uno debía caminar por su cuenta y que en el mismo camino, nos reencontraríamos siempre.
Porque en las calles del amor entre padres e hijos, está repleto de afectos.
Cada rincón tiene su recuerdo.
Y es ahí cuando la memoria emotiva nos une más y más hasta que Dios nos abraza.
Nos dejamos llevar y nuestro cuerpo lo expresa como puede; porque siempre seremos alumnos, mientras exista esa gran materia llamada amor.
Y sabemos que el amor es infinito.
Que hay alegrías que se reiteran; que se recuerdan momentos que dejaron sus huellas.
Y que si hoy, el camino tiene algunas piedras, el amor las hará a un costado.
Porque cada uno siente y sumando esos sentimientos, se produce el diálogo de una eternidad que tiene mucho más que adn.
Cada uno es luz que ilumina al que necesita de ese brillo para salir adelante.
Porque cuando levantamos la vista, siempre nos encontraremos ante la presencia de Dios.
Gracias, es la llave que abre oportunidades.
Amor, es lo que hace cerrar la forma absoluta y se logra el círculo perfecto.
MARIANO SANTORO