viernes, 7 de junio de 2013

Verte mirarme

Me gusta mucho decir que uno de los grandes dones que tiene el ser humano es la vista y tengo la gran oportunidad de comprobarlo de la manera más extraordinaria que existe.
Todo mi ser se permitió emocionar; se dejó llevar por todo lo que vive en mi corazón.
Esa espera que se hacía extensa; las ansias de querer saber más y la paciencia era la solución.
Y me miré por dentro y descubrí mucho amor.
Me encontré con mi niño y era el adulto el que tomaba decisiones.
Todo lo que forma parte de mi existencia; estaba a la espera de la magia divina que sólo Dios nos la brinda.
Brindar, celebrar, festejar.

Y de mi parte hablé y a la vez, me escuché; muchas palabras había en mí que querían salir y se transformaron en lágrimas de emoción.
Mimos del alma que se dan con el cuerpo y se expresan con sentimientos.
Esa gran mezcla misteriosa de sonrisa y lágrima.
Eso que nos hace vulnerables y mutan en fortaleza.
Y las horas pasaban y las dudas querían confundirme, pero Dios me habló; hizo lo que pudo para tranquilizarme.
Mis nervios se aceleraban; la percepción de saber algo que estaba por ver, por descubrir, por aprender nuevamente.
Dejarme guiar por mi corazón.
Y otra vez aparece el árbol de la vida; ese que echó buenas raíces llenas de valores.

Y las ramas ya crecidas que aprendieron a abrazar, hoy eran las mismas que se juntaban y se tomaban de las manos.
Unión pura y genuina.
Amor en cada pétalo de la flor de la vida.
La misma flor que dio vida hoy se abría y dejaba mostrar su alma.
La que la desnudez le permitió estar en carne viva a la espera de ese milagro que siempre llega; porque la fe es el mayor poder que tiene la humanidad.
Y es mi humanidad, que por dentro se quebraba de angustia; el amor logró modificar ese sentimiento.
No hay tristeza, no hay temor.
Hay alegría y hay amor.
La mayor conexión que pude tener se hizo a través de la mirada.

De hacerle saber que estoy y recibí la respuesta correcta.
Verte mirarme me sensibilizó al punto de explotar en todo lo bueno que vive en mí.
Todo salió a la luz, porque viste la luz que hay en mis ojos, en mi mirada.
Y soy la luz de tus ojos y por siempre la seré.
Hoy, te miraré, observaré y descubriré mucho más.
Ver para creer.
Comprobar para entender.
Compartir para saber.
Y Dios escucha cuando es el corazón el que habla.
Dios no tiene fallas; la vida es quien nos golpea y quiere probarnos.
Nos hacemos fuertes y sabios.

Nos hacemos sensibles y humanos.
Nos hacemos porque crecemos y es ahí donde aprendemos el significado de vivir.
Porque vivir es disfrutar cada instante, porque el tiempo que mide la vida no se controla con relojes, sino que se mide y expresa en sentimientos.
Luz, Unión, Inteligencia, Sabiduría.
Oportunidades, Madurar, Amor, Recompensa.
Virtudes del corazón.
Y las ventanas del alma que se abren para dejar salir el amor, la bondad y el cariño.
Esa hermosa flor que se abre y la suavidad en cada uno de sus frágiles pétalos, se deja acariciar.

Y los sentimientos no paran, no se pueden frenar cuando son absolutamente puros.
Todo lo que sintamos debemos expresarlo con el corazón.
A veces, las palabras pueden confundirnos, porque el lenguaje del corazón es otro; no necesita de palabras, sino de sentimientos.
Y la sensibilidad del ser humano no nos hace perder fortaleza; sino que la misma crece, aumenta, se alimenta del amor verdadero.
Verte mirarme, me dio la gran alegría de saber que estás a mi lado y vivís en mí por toda la eternidad.

MARIANO SANTORO