Las palabras comienzan a avanzar, se acercan y dialogan.
Amanece para olvidar lo que se transformó en ficción y hoy es una hermosa partida.
Los días van mutando y quieren motivar el milagro del cambio.
Todo es posible cuando el artista que vive en nosotros, toma impulso y empieza a caminar.
Los pétalos se llegan a abrazar uno con el otro, uno sobre uno y la vida se hace más florida.
Ese mundo privado que estuvo abierto a un cambio, vio que delante estaba el destino y sin pedir permiso, avanzó.
Las huellas que llegaron mientras estaba jugando contigo, fueron las que la vida me estaba leyendo.
Aceptar, era lo único que tenía que decidir y comencé a dedicar cada segundo a sembrar dulzura.
Me atreví a madurar, ya que se trataba de mi propio existir.
Me acordé de los regalos, de soñarte brillante y perlada.
Los relojes que siempre quisieron controlar el tiempo, sirvieron como terapia.
Y vos estabas desnuda y podía admirar todos tus lunares.
Vestidos de aguamar, vos eras única entre varias sirenas.
Aquéllas palabras en las que me decías: Suéñame, se hicieron tatuaje.
Y era el séptimo día de un mes al azar.
Y una nueva puerta se abría ya que ambos teníamos que heredar una vida mejor.
Desnuda sobre mi cuerpo, imagino aquélla canción que nos unió.
La que siempre regresaba en esos momentos de soledad.
Y los anillos que hoy nos unen, son el espiral del amor.
MARIANO SANTORO