Desde que nacemos, comenzamos a volcar sobre una hoja, nuestra historia de vida.
Escribimos lo que sentimos y dibujamos nuestros sueños.
Esa hoja, cada vez va tomando más forma.
Y es la misma vida la que se encarga de darle los colores necesarios para darle más valor a lo que hacemos.
Cada día, vamos creando una escena a la cual representar.
Y esa situación, nos ayuda a brindar el mejor espectáculo.
Cada hoja que vamos pasando, vamos dejando partes importantes.
Episodios que se transforman en experiencias.
Y por momentos, nos acercamos al espejo, para ver los propios reflejos de lo que accionamos.
Lo que dibujamos, bien puede ser una tela o en las nubes.
La imaginación es algo que nos guía a expresar lo que nos está sucediendo.
Y nos tomamos nuestro propio tiempo, ya que los capítulos tienen que ser elaborados, entendidos y comprendidos.
El aprendizaje que nos da el poder enfrentarnos a cada día en blanco, es para llenarlo con lo mejor de nosotros.
Cada acto, cada personificación, cada emoción, recorre nuestro ser para ser testimoniado.
Y el arte, es la gran puerta que nos ofrece su espacio para llenar.
Pintamos sentimientos en cada una de las personas que conocemos y en cada una, vemos las tonalidades.
Todo lo que vamos haciendo mientras crecemos, forma nuestro cuadro de vida.
Ese mismo cuadro que no tiene forma cuadrada, sino que toma formas extrañas que salen de lo habitual.
La magia de saber darle sentido a uan pintura, es lo que nos ayuda a eternizar lo que vive en nuestra memoria.
MARIANO SANTORO