En algún lugar de tu pasado, te aferraste a una columna porque te sentías cansada.
Luego, sumaste otra a tu vida y sentiste un alivio al ver a tus 2 pilares.
La experiencia te permitió conocer personas que dejarían huellas, aunque estas no hayan sido las correctas y duraderas.
Y así continuaste sumando barrotes, ante las adversidades.
Y así fue como sin darte cuenta, creaste una jaula emocional.
Creíste protegerte, pero lograste encerrarte.
No es una tarea fácil ser vulnerable ante la insensibilidad ajena.
Las noches eran más complicadas de lo que imaginaste.
Los días, parecían no llegar y esa luz que necesitabas, recordaste que alguien te había dicho que sólo estaba en tu interior.
Y empezaste a hacer tu propio espacio para el mayor reencuentro de tu vida, que era contigo mismo.
Y la tranquilidad que sólo genera la paz interior, te abrazó al instante.
Y para la desprotección espiritual, se iluminó tu ser con todo el poder divino.
La prisión de tus sentimientos, se fue soltando la presión de tus nervios.
Supiste alejarte de la ansiedad y fue la paciencia quien dejó abrir la puerta de tu cárcel.
Un inmenso calor en el centro de tu ser, te dio la valentía necesaria para levantarte y caminar.
El cielo fue tu gran aliado y se despejó de toda preocupación.
Sentiste la verdadera libertad.
Y tu fe fue la que construyó el puente que te llevaría a tus nuevos destinos.
Y tu niña interior, con su dulce vocecita, te dijo: "Ya es hora, comienza a vivir".
MARIANO SANTORO