Muchas habrán sido las veces en que cerramos las puertas que no nos condujeron hacia ningún lado.
Entrar en situaciones que después nos costaría demasiado trabajo, poder salir.
Y de eso se trata la vida, de entrar y salir de diferentes sitios.
Entrar en nuestra mente y salir airosos.
Salir de lugares tóxicos que enferman esa mente en la que a veces, nos refugiamos.
Puertas inmensamente gigantes que nosotros construímos para protegernos de miedos imaginarios.
Muros tan altos, que superaban nuestra fe.
Laberintos en los que hemos perdido hasta la esperanza.
Ladrillos que fuimos sumando en nombre de la protección.
Y alguna vez, imaginamos que ese espacio en el cual creímos sería nuestro refugio, también tenía ventanas.
Y con la inocencia que ofrece dejarse guiar por nuestro niño interior, saltamos esas ventanas.
Y nos sentimos realmente libres.
Ya no había ni ataduras, ni nada que sea obstáculo en nuestra mirada.
Corrimos para jugar y caminamos para encontrar.
Y la vida nos permitió cruzarnos con muchísimas llaves.
Esas llaves, salían desde lo profundo de la tierra y es probable que también hayan estado en lo más profundo de nuestro ser.
Observarlas nos dejó tener una nueva perspectiva de todo lo vivido.
Los secretos se aparecían al despejar aquéllos nublados pensamientos.
Y cada problema que hayamos tenido, se despejaba al oír la voz interior diciendo: "Encuentra tu solución; porque siempre está!".
MARIANO SANTORO