Una semilla se anima a comenzar su misión.
Crecer y expandirse y generar buenas emociones a todos los que observen esa belleza natural.
Y esa flor, va creciendo y empieza a conocer las adversidades.
Las humanas, de los rebeldes que quieren aplastarla.
Como también las del clima, soportando lo suficiente para seguir creciendo.
Y la tarea no es fácil, pero sabe que tiene que hacerlo.
A veces, se permite mirar a su alrededor para tener más conocimiento de lo que sucede.
Es probable que quiera compararse, pero lo que más importa es que debe perfeccionarse por convicción.
Desde la soledad del crecimiento, uno hace infinidad de cosas sin tener el manual de aprendizaje.
En los errores se fortalece la fe.
En los aciertos, la autoestima se eleva.
Y la soledad no es agradable para quien no sabe vivir con uno mismo.
El amanecer con uno y dentro de nuestro ser, es para llenarlo, para alimentarlo con amor.
Nos hacemos fuertes a través de la perseverancia.
La ayuda externa, puede ayudar, pero es más una tarea personal.
Veremos crecer pasto y la tierra querrá destruir.
Podremos ver árboles torcidos, quebrados, pero que siguen en pie.
Y la vida es eso, continuar camino, observando el maravilloso cielo que nos da su calor en los tiempos necesarios para no caer en debilidad.
Desde la soledad, aprenderemos a comunicar lo que anhelamos, porque lo que sentimos, es demasiado fuerte para que sólo lo disfrutemos nosotros.
MARIANO SANTORO