Cuando las circunstancias sorprenden.
Cuando el contacto humano escasea.
Cuando los abrazos se transformaron en algo de primera necesidad y hoy, no están.
Cuando la vida te pone ante una prueba que no esperabas y hay que improvisar desde las emociones interactuando con la lógica.
Cuando las ausencias se notan más que antes.
Cuando la soledad quiere retomar el poder que alguna vez tuvo.
Cuando lo simple y natural que era cotidiano, mutó en anhelos.
Cuando la rutina nos hacía mantenía un ritmo que no conducía a ningún lado.
Cuando la velocidad del mundo nos avisaba que era momento de detenernos.
Cuando las pausas llegan para reflexionar sobre nuestro estilo de vida.
Cuando los afectos, hoy están de manera virtual, pero con cariño bien real.
Cuando queríamos viajar, ahora lo podemos hacer hacia nuestro interior.
Cuando comprendemos que el mejor pasaporte es el amor y que no tiene fronteras.
Cuando recibimos una cachetada del destino, con el fin de despertar.
Cuando encendemos el wi-fi de la esencia para conectar con nuestra divinidad.
Cuando, aunque nos cueste, hacemos el esfuerzo por regalarnos una sonrisa.
Cuando la motivación, viene de la mano con la autoestima.
Cuando el reflejo de lo que somos, nos muestra que debemos estar brillando.
Ahí, es cuando se refuerza y damos gracias por el beso de fe.
MARIANO SANTORO