Constantemente tomamos decisiones y las mismas, nos hacen cambiar de postura.
Nuestro niño interior, recuerda el subibaja en la plaza de la infancia.
La sensación de sentirnos más altos, estar allá arriba.
Y la adultez trae situaciones que no se tratan como un simple juego.
Encontrar el equilibrio es una tarea cotidiana.
Se puede subir para observar mejor, pero no dejar que el ego se quede ahí.
Se puede bajar hasta lo más profundo para descubrir secretos, pero no quedarnos encerrados.
Se puede quedar en el medio, pero sólo un ratito y nunca molestar a los que quieren continuar.
Estructuras que adornan y embellecen, pero no deben ser tan rígidas como nuestros pensamientos.
Diseños que se dibujan y quedan ahí, llenando espacios, dándonos aire.
Y siempre debemos caminar.
Hacia donde sea y hacia donde nos guíe el corazón.
Si nos detenemos, que sea una pausa breve para elegir mejor el camino.
La firmeza de los pasos, nos sabrán llevar lo más lejos posible.
El color externo, jamás debe invadir la tonalidad de las emociones.
La humildad mira desde abajo y cree que arriba, sólo se llega a través de la fe.
Y con mayor velocidad, no significa que estaremos antes en nuestra anhelada meta.
Hay demasiado en el medio, que nos brinda diferentes oportunidades.
Presta atención a la escalera que te enfrentes.
MARIANO SANTORO