Se había hecho largo.
Durante varios momentos de los que viví, opté por sentarme a observar.
Y no todo ha sido agradable, pero como me conocés, elegí mirar lo mejor.
Y me fui llenando de la belleza externa para potenciar la propia.
Logré despejar toda nube hasta dejar casi un desierto.
Pero a la vez, me estaba construyendo mi paraíso.
Y me alegré por mis amistades y lo que formaban.
Me sentí contento por regresar a mi barrio y hacerlo cada vez más mío.
Me dio placer saber que la plaza de mi infancia, tenía esas mesas de ajedrez que fueron parte de mis idea.
Proponer y accionar, sentir y estar.
Calles que recorro y las alterno para redescubrir sus mensajes.
Avenidas amplias en las que la libertad me abraza y las recorremos juntos.
Heredé el hecho de invertir en mí y así pude tener un buen nivel de autoestima.
Las heridas externas ya no me afectaban tanto, porque me di más valor.
Sé lo que es ayudar, pero a la vez, sé lo que valgo como persona.
Y el mágico tiempo para sembrar, me muestra que aún hay hojas por escribir.
Creando mi camino en el aquí y ahora.
La soledad me habla mientras me ayuda a continuar.
La tarea es personal y el camino por hacer, será para amar.
MARIANO SANTORO