La habitación se veía oscura; el cuarto contagiaba toda la casa.
El cuerpo cansado quería pedir auxilio y no salían las palabras.
Las heridas dolían hasta la sangre.
Y los golpes emocionales, había dejado mucho más que huellas.
Las creencias, intentaron mezclarse pero salió la verdadera.
La divinidad se hacía presente.
Esa increíble luz poderosa que se abría ante la visión y todo era una bella canción.
Todo el ser, comenzó a sentir calor espiritual.
Me abrigué interiormente y empecé a flexionar hasta pararme.
Algunas partes rotas, se adhirieron y lograron juntas la estabilidad.
Me sentí único y especial.
Estaba frente a una puerta llena de magia.
La intensidad de su brillo, abría más mis párpados.
Todo era un continuo disfrute.
Sabía que todo lo pasado, había quedado guardado y llegaba la prosperidad.
Todo lo divino me mostraba mi nuevo camino.
Todo lo hermoso, se hizo contagioso.
Mi agradecer, me permitió renacer.
Y mis pies dieron el paso más importante, el primero que tenía que dar para avanzar.
MARIANO SANTORO