No se trataba de escapar y menos de esconderse.
Ya había hecho lo correcto para enfrentar la situación.
Como que todos los papeles o deudas, estaban al día.
Y lo único pendiente, era dedicarme realmente a mí.
La escenografía que me rodeaba cumplía su función.
No era aburrida ni rutinaria, pero anhelaba algo más.
Era tiempo de animarme a dar ese salto.
Tuve algunas visiones que se fusionaron con mis sueños.
Y la respuesta estaba del otro lado.
El desafío estaba ahí, bastante cerca y tenía que cruzarlo.
Las fuerzas comenzaron a recuperarse.
La fe, siempre ha estado en el perfecto lugar.
Y el cuerpo, se sentía como un niño delante de su juguete nuevo.
Todo por conocer y todo por aprender.
Toda la vida he sido amante de los juegos y mi mente estaba limpia para aceptarlos.
Busqué un puente para encontrarme a mí mismo.
Y me paré bien cerquita para saltar y soltar todo lo que quería atarme.
Mi eterna amiga la libertad me daba el visto bueno.
Pero la mejor opinión, era la de mi corazón.
MARIANO SANTORO
