jueves, 19 de marzo de 2015

Permiso

Pido permiso, porque soy caballero.
Pido permiso, porque siento que tengo deseos de expresarme y contar lo que me pasa.
El permiso es para que me permitas abrir esa pequeña puerta, que para mí es inmensa y se llama esperanza.
El permiso es para confirmar que tengo una oportunidad para hablar y es la primera de otras tantas oportunidades.
El permiso me deja ser todo lo sincero que puedo y a través de la confianza, dejar salir mis mejores deseos.
El permiso es como un capullo que de a poco, va mostrando su esencia, su núcleo.
Y en ese permiso es que van naciendo los sentimientos que uno se atreve a contar, porque hay mucho por decir y más por vivir.
Y en ese permiso, me encuentro con las ganas de pedir, porque me gusta dialogar.
Pedir que no sólo sea escuchado, sino que sea leído tal cual soy, en toda mi desnudez.
Que mi cuerpo pueda hablar lo que mis palabras por el momento no digan, porque saben que hay un tiempo para todo y no todo se larga en un sólo instante.
Creo que la felicidad se basa en pequeños momentos, intensos e interesantes, que se descubren en un futuro mientras se disfruta el presente.
Y me siento, cómodo, porque me siento bien de ánimo y sé que mi corazón sabrá decodificar las emociones y liberarlas para que en cada latido, haya una intérprete entendiendo lo que me sucede.
La belleza que tengo por delante, no sólo se llama vida, sino que es una bella mujer, hecha por la más bella naturaleza de toda la divinidad.
Y no hay espacio para temores, porque lo que nace, es para crecer y que tome la forma adecuada y se amolde a la situación que sea.
El cariño de una persona hacia otra no se explica, sino que se demuestra.
Y el respeto es una de las bases de una buena comunicación.
Por eso es que hoy pido permiso, porque no puedo tener la certeza sobre lo que se siente estar del otro lado como oyente.
Hoy sólo tengo mi verdad, que es producto de la experiencia.
Y como aún quiero experimentar mucho más, extiendo el permiso para decirle que la quiero, a mi lado, junto a mí y en mí.
MARIANO SANTORO