domingo, 29 de marzo de 2015

Olvidar

Olvidar no suele ser una palabra que figure en mi diccionario, ya que tengo la gran habilidad de recordar la mayor parte de mi historia.
Aunque sé diferenciar lo que es bueno y lo que tengo que recordar para que me siga haciendo bien.
Y los recuerdos me hacen fortalecer la experiencia de haberlos vivido.
Crear situaciones que luego se hayan vuelto realidad es parte de mi historia, la misma que me permití escribir desde muy temprana edad.
Y el romanticismo siempre estuvo aferrado a mí y a mi forma de actuar en la vida.
La misma vida me ha permitido conocer personas con las que me animé a soñar, algunas veces, despierto y en voz alta.
Soñar acompañado nos abre muchas puertas, pero también pueden quedar en el olvido lo que se ha planeado juntos y quedó paralizado, estancado en un pasado que no quiso darle paso al futuro.
Caprichos humanos en donde la intensa búsqueda de la perfección, no da cabida a algo que pueda ser perfecto porque todo se concibe desde la mágica perfección de comenzar a conocerse.
Sólo debemos olvidar aquéllo que no deseamos que se estanque en nuestro corazón y nos ocupe un precioso lugar en el que pueda pertenecer a alguien que lo valore.
He dejado exteriorizar algunos sueños pendientes, algunos renovados o versionados a la nueva persona.
Modernizar sueños es positivo, porque no sólo se vive del pasado, sino de lo que hagamos en este bello presente y lo extendamos al futuro.
Y olvidar, es también parte de esos verbos temporales.
Y es uno mismo que necesita tiempo para poder olvidar y para aprender a olvidar.
No todo lo que ya ha quedado en el pasado es digno de olvidar, porque nuestra historia no se borra y menos, si fue positiva, aunque no haya tenido la duración anhelada.
Quizás pueda intentar olvidar algún momento, pero es más difícil olvidar a la persona con la que uno los vivió.
Quizás pueda cumplir los sueños que alguna vez quise tener y los tendría con una nueva persona y hasta es probable que sean mejores, porque uno ha crecido y las lecciones, ya las hemos aprobado.
Y es la misma escuela que nos enseña y nos hace saber que debemos recordar las materias, pero nadie nos enseña a olvidar.
Quizás ese sea el juego del destino en el que nos hace saber que es el momento de pasar de alumnos a maestros.
Y que solamente en nosotros está el poder olvidar todo lo que nos haya hecho daño y seguir adelante, porque tenemos mucho por recordar y es por eso que la puerta está siempre abierta.
MARIANO SANTORO