Más allá de las externas circunstancias que puedan afectar una relación, una semilla concevida es producto del amor.
El amor une y se multiplica.
Una pequeña y simple semilla que uno la ve crecer, esperando ver sus frutos.
Pero no sólo se trata de lo que da, sino de lo qué es en realidad.
Una semilla llega a la vida, a su tierra natal, simplemente, para nacer y dejar que el destino decida.
La sabia naturaleza se acerca con los deseos de hacerse amiga y compartir mucho más que momentos.
Y esa misma naturaleza se une a los bellos colores de la vida.
Eligiendo como un gran pintor, los mejores, para crear una nueva y bella obra de arte.
Y en este caso, es arte natural, porque la semilla se va transformando y crece y maravilla a los observadores.
Gira el planeta y en cada giro, es una nueva caricia hacia esa semilla.
Nos genera dulzura y eso será clave en las generaciones siguientes.
La mezcla sorpresiva de colores logran el mejor efecto que uno pueda imaginar.
El principio de una vida con sentido ya está preparada para fluir.
Con el tiempo, ella misma encontrará sus propias causas.
Su núcleo, conservará lo más puro que pudo aferrar de sus comienzos, de su historia personal.
El origen de cada ser hacen una personalidad especial.
Y motivos, siempre sobrarán si le encontramos el gusto al saber vivir.
Ha llegado el momento de mirarte, de ver tu verdadera esencia.
La flor en vos está emanando el perfume del amor sanador.
MARIANO SANTORO
