Había llegado un momento en que las caídas y tropiezos, ya se transformaron en costumbre.
Y a través del tiempo, volver a transformar todo lo experimentado, no es una tarea fácil.
Las circunstancias no nos regalan paquetes de oportunidades a favor.
Nos animamos a dejar ir lo que creímos no necesario y continuamos camino.
Soltamos aquéllas mochilas en las que guardamos recuerdos incompletos y no saludables.
Aprendimos a conocer algunos trucos para enfrentar los obstáculos por venir y a la vez, en ese porvenir, estaba lleno de sueños profundos.
Las lágrimas que soltamos, se secaron con la famosa cura del tiempo.
Los golpes abandonaron las marcas y dejaron espacio para las caricias.
Los dolores ya ni los sentíamos, porque nos ocupamos en salir adelante.
Las preocupaciones que venían con problemas, encontraron sus propias soluciones.
Y nos acercamos a personas.
Empezamos a comunicarnos con pares y con gente a la que podíamos escuchar.
Y en cada palabra que nos decían, nos dimos cuenta que compartíamos mucho más que una simple charla.
Las heridas cicatrizaron de tal forma que hoy, pedíamos a gritos unas caricias sanadoras.
Nos alojamos en corazones ajenos.
Nos sentimos protegidos por personas y por la vida misma.
Y hoy, al observarte tan mujer, puedo verte transparente.
Tu reflejo, muestra tu verdadera esencia.
Y la niña en vos, es toda la inocencia que le abrió las puertas a la experiencia.
MARIANO SANTORO