Pasillos rojos que invitan a detenernos y reflexionar.
Pasillos rodeados de puertas en un laberinto que por momentos, puede parecer mental.
Vueltas en las que tratamos evitar repetir lugares.
Pensamientos que giran sin entrelazar lo que sienten.
Luces tenues que nos recuerdan gratos momentos de placer.
Y la compañía en esta oportunidad, sólo es la propia, la del niño interior que investiga.
Y esa insolencia que quiere ver mucho más de lo que observan sus ojos.
La rebeldía genuina que quiere conocer en este mundo de lecciones.
Las ganas de encontrarnos con varias sorpresas.
El deseo de poder confirmar que podemos salir del lugar del que estamos parados.
Y en el hecho de avanzar, ya estamos accionando.
Pasillos que en algún momento entramos y pudimos saborear sus secretos.
Pero es nuestro cuerpo quien hoy nos pide a gritos otra clase de placer.
Mientras caminamos, llegan algunas anécdotas para entretener los pasos.
Pasos en los pasillos del cerebro.
Latidos que salen a la luz para darle color a lo que queremos destinar.
Una nueva misión que la vida nos pone, sabiendo que al aprobarla, la elevación será una tarea obligada.
Figuras que aparecen en las paredes, nos dicen que la memoria supo elegir muy bien a las personas que hoy siguen.
Y en ese continuar, lo que realmente importa, es saber que siempre saldremos de cualquier pasillo y ese será el gran paso en nuestra vida; creer.
MARIANO SANTORO